María Martorell, la energía del color

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la energĂ­a del color MarĂ­a Martorell

Museo de Bellas Artes de Salta





la energĂ­a del color MarĂ­a Martorell



la energĂ­a del color MarĂ­a Martorell

Museo de Bellas Artes de Salta



7 Presentación 9 Introducción 11 Selección de obras 99 María Martorell: la vocación de una artista 109 Entre tradición e innovación 119 Cronología artística 126 Lista de obras 127 Bibliografía


Autoridades Gobernador de la Provincia de Salta Dr. Juan Manuel Urtubey Vicegobernador de la Provincia de Salta Dn. Andrés Zottos Ministro de Cultura y Turismo Dr. Mariano Ovejero Afranllie Secretario de Cultura Prof. Sergio Bravo Coordinación General de Cultura Dr. Santiago Juan Suñer Director General de Patrimonio Cultural Lic. Diego Ashur Más Coordinador de Museos Mus. Miguel Xamena Directora del Museo de Bellas Artes de Salta Lic. Andrea Elías

Herrera, Maria Jose María Martorell, la energía del color / Maria Jose Herrera y Andrea Elías. - 1a ed. - Salta : Fondo Editorial Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta, 2013. 120 p. : il. ; 27x23 cm. ISBN 978-987-1929-09-2 1. Catálogo de Arte. I. Elías, Andrea. II. Título. CDD 708 ©2013 Fondo Editorial | Secretaría de Cultura Hecho el depósito legal Impreso en Argentina Todos los derechos reservados Este libro se terminó de imprimir en marzo de 2014 con una tirada de 1000 ejemplares en Cartoon Industria Gráfica, Salta, Argentina.


Presentación La muestra María Martorell, la energía del color rinde homenaje al genio creador de quien es, tal vez, una de las más grandes artistas visuales del país; y se enmarca en los objetivos del Ministerio de Cultura y Turismo de valorar a destacados referentes culturales de nuestra provincia. Esta salteña supo recorrer un camino inusual, siempre en constante crecimiento. Desde sus tardíos inicios con obras de corte figurativo hasta las etapas posteriores en las que su espíritu curioso y su predisposición para el estudio generaron una búsqueda expresiva que le permitieron abordar lenguajes no figurativos conectados al arte concreto, arribó finalmente a las características “ondas”, que definieron su última etapa creativa. En esta ocasión el Gobierno de la Provincia de Salta celebra también el talento de María Martorell a través de la publicación de un libro-catálogo que supone un importante aporte al conocimiento y divulgación de esta artista, y que estuvo a cargo de la Lic. María José Herrera y de la Directora del Museo de Bellas Artes de Salta, Lic. Andrea Elías; a través del Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura. Desde su Salta natal a las enriquecedoras experiencias de Europa y Nueva York, desde la bulliciosa Buenos Aires a su amado San Lorenzo, María recorrió un largo camino jalonado de logros; quizás el más importante: escribir una página en la cultura de su provincia. Dr. Mariano Ovejero Afranllie Ministro de Cultura y Turismo Prof. Sergio Bravo Secretario de Cultura


Créditos de la exposición Directora General Andrea Elías

Agradecimientos Agradecemos a las siguientes instituciones y a su personal técnico:

Curaduría María José Herrera/ Andrea Elías

Museo de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” Directora: María Isabel de Larrañaga Secretaria: Norma Guzmán Fotógrafo: Otilio Moralejo

Investigación María José Herrera/ Andrea Elías/ Carolina Mitchell/ Eugenia Garay Basualdo Diseño Museográfico Carolina Mitchell Reconstrucción de la instalación Banda Oscilante Equipo de investigación del MBAS/ Guillermo Pucci Asesoramiento: Enrique Reiter Asesoramiento lumínico: San Juan Electricidad, Salta. Documentación y registro Virginia y Gabriela Martorell/ Esteban Drincovich Equipo del MBAS: Fernanda González/ María Cecilia Viglione/ Ángela Martina Música electrónica Daniel Doura Educación Julia Morales/ Esther Zapiola Registro audiovisual Dalmiro Zabala/ Equipo del MBAS Montaje Fernanda González/ Miguel Gonza/ José Lara Créditos del catálogo Autores Andrea Elías María José Herrera Coordinación editorial María José Herrera/ Andrea Elías Asistente de edición Eugenia Garay Basualdo Cuidado de edición Mariana Lerner Diseño gráfico Diego Scaro – Atelier Scaro Fotografía Carolina Grillo Gustavo Lowry Edición Fondo Editorial – Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta Impresión Cartoon S.A.

Museo de Arte Moderno de Buenos Aires Directora: Victoria Noorthoorn Asistente: María Marta Alosilla Museo del Banco de la Provincia de Buenos Aires Subdirectora: Marina Zurro Fondo Nacional de las Artes Presidente: Lic. Virgilio Ignacio Tedín Uriburu Gerencia de Planeamiento y Servicios Culturales: Lic. Rosa V. Aiello Prensa: Laura Calle Rodríguez Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio A. Caraffa” Director: Prof. Jorge Torres Colección: Marta Fuentes Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil – Mumbat Directora: Prof. Indiana Gnocchini Asociación María Martorell Art Museum of the Americas Collection Cristina Lombardo Greg Svitil Media Relations and Administration AMA | Art Museum of the Americas Academia Nacional de Bellas Artes Presidente: Ricardo Blanco Mesa Directiva: Guillermo Scarabino, Matilde Marín, Justo Solsona, Alberto Belluci y Alberto Bastón Díaz Académica Delegada por Salta: Carmen Martorell Coordinadora de Secretaría: María Carolina Pianelli Fundación Espigas Presidente: Mauro Herlitzka Coordinadora General: Marina Baron Supervielle Asistencia General: Adriana Donini Museo Nacional de Bellas Artes Directora A/C: Dra. Marcela Cardillo Jefe de Documentación y Registro: Paula Casajús Asistente: Ana Bertollo Biblioteca: Alejandra Grinberg (directora); Marcelino Medina (referencista) Taller de Conservación y Restauración de Obras de Arte de la Dirección General de Patrimonio Cultural - Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta. Director General de Patrimonio Cultural: Diego Ashur Mas Coordinadora del Taller: Gabriela Doña Asociación de Amigos del Museo de Bellas

Artes de Salta Presidenta: Sra. Beatriz Loliscio Agradecemos la colaboración de Martorell, Víctor; Martorell, Ricardo; Martorell, Alejandro; Martorell, Virginia; Martorell, Gabriela; Martorell, Damián; Martorell, Flavia; Martorell, Guadalupe y Drincovich, Esteban; Martorell, Paula; García Vidal, Luis; Vidal, Fernando; Martorell Mestre, Jorge; Martorell, Carmen; Martorell, Susana; Laconi de Rodríguez, María Cristina; Laconi Martorell, Laura; Rodríguez, Susana. Agüero, Manuel; Buryaile, María Laura; Carante, María Eugenia; Caro Figueroa, Gregorio; Cisneros, Marcelo; Cotignola, Oscar; Cutuli, Gracia; Diosque, Macarena; Farina, Fernando; García Pinto, Magdalena; González, Carmen; Labaké, Andrés; López Blanco, Gabriela; Puló, Mercedes; Reiter, Enrique; Scottorin, Carina; Suriani, Andrés; Teller, Gustavo y Silvina, coleccionistas, amigos y colaboradores. Staff del MBAS Carolina Mitchell María Esther Zapiola Julia Isabel Morales Norma Acuña Fernanda González María Cecilia Viglione Ángela Martina Miguel Gonza José Lara


Introducción La exposición María Martorell, la energía del color, que presenta el Museo de Bellas Artes de Salta, se enmarca en una política expositiva de muestras temporarias que contempla entre sus objetivos la puesta en valor de la obra de artistas locales. Con este fin, el museo estableció diferentes programas que tienen en común generar investigación y desarrollar curadurías que contribuyan y diversifiquen con su narrativa la historia del arte regional, y por ende nacional. En este sentido, la muestra es la culminación de un proyecto institucional gestado en los últimos años bajo el deseo y la firme voluntad de reconocer la figura de esta artista salteña que fue pionera en introducir en su ciudad una pintura moderna con manifiesto interés en nuestra historia americana. Reconocer la figura de María Martorell es comprender su complejidad. En ella confluyó el vínculo con su Salta natal ‒de fuerte presencia en su obra‒, su condición de mujer artista y una firme vocación de crear un arte que ella entendía como fuente de conocimiento. Estos aspectos determinaron una trayectoria que incluyó viajes de formación en el país y en el extranjero como así también un permanente interés por actualizarse. En consecuencia, fue clave para la investigación y la curaduría de la muestra conformar un equipo de profesionales de Salta y Buenos Aires que abarcaran esta trama de relaciones entre lo local y lo global tan importante al momento de acceder a su obra. Tuvimos, en este camino, la oportunidad de trabajar con la colección Martorell y de acceder a su extraordinario archivo personal, ambos nos permitieron acercarnos de manera franca a una visión general de su obra y de su personalidad. En virtud de esto la curaduría, que contó con el excelente trabajo de María José Herrera, asumió el desafío de una mirada renovada sobre el cuerpo de obra de la artista. De este modo, reunió para esta exposición piezas de las décadas de 1950 a 1990, e incluyó la reproducción, por primera vez, de una instalación con luz negra –La banda oscilante (1969)–, tapices, objetos y material de archivo de la artista; además de una pieza de música experimental compuesta especialmente para esta ocasión e inspirada en la obra de Martorell. Asimismo, el trabajo curatorial continuó otra de las líneas de la política expositiva del museo que es la de generar vínculos de sentido

entre las muestras temporarias y la colección permanente, en este caso, con un diálogo entre los tapices de la artista y las piezas de la sala de arte prehispánico del Museo de Bellas Artes de Salta. La magnitud de la obra de María Martorell llevó a considerar también una curaduría que dejara planteadas vías de investigación que pudieran continuarse en el futuro y que permitieran profundizar en los variados aspectos de su obra. En este sentido, el interés permanente fue el de escuchar las diferentes voces de los profesionales e instituciones cuyo trabajo crítico precedió a este proyecto y que sin lugar a dudas conformó un aporte indispensable para esta muestra. Cada uno contribuyó a la comprensión, la visibilidad y la puesta en valor de la obra de Martorell y, en consecuencia, enriqueció nuestro trabajo. El Museo de Bellas Artes de Salta cumple un valioso objetivo al generar muestras con producción local desde una institución pública provincial con una fuerte vocación de apertura a su comunidad y al país. El hecho de que esta meta se cumpla con una exposición de María Martorell tiene un sentido especial en tanto ella encarnó el perfil del artista moderno que proyectó en su arte la tradición y la innovación y concibió, en definitiva, la identidad como algo móvil y relacional, es decir, como una reflexión sobre lo que somos para acercarnos así a lo universal. Lic. Andrea Elías Directora del Museo de Bellas Artes de Salta



Selecci贸n de obras


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Selección de obras

Fuga, 1958/59 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección María Martorell Fuga data del periodo “de los hexágonos”, a fines de los cincuenta, en los que Martorell comienza a trabajar en temas propios del arte concreto. En este caso en particular bajo la influencia del artista suizo Max Bill, cuya obra conociera en su estadía en Europa. Se trata de los movimientos y cambios de posición de una figura geométrica representada en un espacio tridimensional que genera la propia figura. Efectivamente, se produce el efecto óptico de la fuga: sobre un fondo negro, la artista trabaja con la introducción de dichos hexágonos, unos dentro de otros cada vez más grandes, produciendo las sensaciones de profundidad y de movimiento al mismo tiempo. La economía de colores –solo utiliza azul, blanco y negro– muestra su énfasis en la composición. Esta obra fue expuesta en varias de sus muestras: en 1959 en la exposición individual en la Galería H, de Buenos Aires; en 1963 en Ocho artistas constructivos, en el MNBA; y en Primera exposición internacional forma y espacio, en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile; en 2001 ilustró la portada del programa de las II Jornadas de capacitación e integración para el personal de museos, organizado por la municipalidad de Joaquín V. González, Salta.


Selecci贸n de obras

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Selección de obras

Sin título, 1958 óleo s/tela, 52 x 21 cm Colección particular

Sin título, 1958 óleo s/tela, 56 x 21 cm Colección particular


Selección de obras

Simetría, 1960 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección María Martorell

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Selección de obras

Llantu, 1959 óleo s/tela, 165 x 85 cm Colección María Martorell

Ritmos, 1959 óleo s/tela, 110 x 150 cm Colección María Martorell


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Selecci贸n de obras

Sequence, 1961 贸leo s/tela, 89 x 89 cm Colecci贸n particular


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Selecci贸n de obras

Tiempo N潞 2, 1962 贸leo s/tela, 116 x 100 cm Colecci贸n particular


Selección de obras

De la serie “eclipses amarillos”, 1963 óleo s/tela, 85 x 145 cm Colección María Martorell

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Selección de obras

Ritmo Nº 106, 1963 óleo s/tela, 150 x 110 cm Colección María Martorell


Selecci贸n de obras

Composici贸n, 1965 贸leo s/tela, 110 x 140 cm Colecci贸n particular

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Selección de obras

Sin título, 1966 óleo s/tela, 52 x 62 cm Colección María Martorell


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Selecci贸n de obras


Selección de obras

t Antar, 1966 óleo s/tela, 140 x 110 cm Colección María Martorell

Tangente, 1966 óleo s/tela, 110 x 140 cm Colección particular

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Selecci贸n de obras

Ondulante, 1968 贸leo s/tela, 125 x 89 cm Colecci贸n del Museo Nacional de Bellas Artes


Selecci贸n de obras

Pintura, 1967 acr铆lico s/tela, 115 x 50 cm Colecci贸n particular

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Selecci贸n de obras

Atal铆a, c. 1968/69 贸leo s/tela, 110 x 180 cm Colecci贸n Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil


Selección de obras

Ekho 2, 1968 (díptico) óleo s/tela, 170 x 160 cm Colección Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori

u Ekho-A, 1968 (díptico) óleo s/tela, 160 x 220 cm Colección Museo de Arte Moderno de Buenos Aires

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Selección de obras

Ekho, 1968 (díptico) óleo s/tela, 181 x 150 cm Colección María Martorell En la serie “ekho” de fines de los sesenta y comienzos de los setenta, Martorell se dedica a trabajar fundamentalmente con las ondulaciones. Amplía la paleta de colores que venía utilizando e incorpora el díptico y el tríptico como nuevos formatos. Como sucede en esta obra, realiza un despliegue de bandas de color que se ondulan y se cortan al llegar al extremo del bastidor, pero que dan la sensación de continuar. Como señaló Jorge López Anaya, “(...) el tema principal de sus pinturas es la experimentación con ese campo ondulante cuando se modifican sus componentes. En ocasiones modifica las gamas cromáticas en dos telas similares, en otras oportunidades pinta con la misma gama dos registros diferentes de ondas”.1 En este caso se advierte un fondo blanco y neutro que colabora con la exaltación de los efectos que producen las bandas de color: movimiento, ritmo y volumen. Esta es la serie mejor representada en colecciones públicas: Ekho A, de 1968 (díptico) y Ekho C, de 1968 (díptico), en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; Interdimensión, de 1971, en el Fondo Nacional de las Artes; Atalía, c. 1969, en el Museo de Bellas Artes de Tandil; Ekho 2, de 1968, en el Museo de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” de Buenos Aires; Centro de tensión, de 1969, en el Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa”, de Córdoba; y Ekho, de 1969, en el Museo Provincial de Bellas Artes de Salta. 1. En Historia del arte argentino, Buenos Aires, Emecé, 2000, p. 279.



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Selecci贸n de obras


Selección de obras

t Centro de tensión, 1968 (díptico) óleo s/tela, 191 x 201,5 cm (180 x 99,5 cm c/u) Colección Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa”, Córdoba (Donación Fondo Nacional de las Artes, 1998)

Ekho 3, 1969 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección María Martorell

Ekho, 1969 óleo s/tela, 40 x 40 cm Colección Museo de Bellas Artes de Salta

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Selecci贸n de obras

Experiencia A6, 1970 acr铆lico, 200 x 130 x 0,6 cm Colecci贸n Mar铆a Martorell


Selecci贸n de obras

Amateratsu, 1971 贸leo s/tela, 200 x 100 cm Colecci贸n Mar铆a Martorell

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Selección de obras

Interdimensión, 1971 óleo s/tela, 180 x 180 cm Colección Fondo Nacional de las Artes

u Ocinaico, 1971 (díptico) óleo s/tela, 160 x 140 cm (80 x 140 cm c/u) Colección María Martorell


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Selección de obras

t Lilavati 1971 (díptico) óleo s/tela, 200 x 202 cm (200 x 101 cm c/u) Colección María Martorell

Talameios Nº 3, 1970 óleo s/tela, 143 x 200 cm Colección particular

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Selecci贸n de obras

Basskara, 1972 贸leo s/tela, 110 x 180 cm Colecci贸n Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil


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Selección de obras

Zik-zik 2, 1972 óleo s/tela, 70 x 70 cm Colección particular

u BY-CE, 1974 óleo s/tela, 90 x 90 cm Colección María Martorell


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Selecci贸n de obras


Selecciรณn de obras

t Sigua B, 1975 รณleo s/tela, 110 x 110 cm Colecciรณn particular

Sigua, 1975 รณleo s/tela, 80 x 110 cm Colecciรณn particular

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Selecci贸n de obras

Gneis, 1976 贸leo s/tela, 90 x 90 cm Colecci贸n particular


Selecci贸n de obras

Zig-zag, 1976 贸leo s/tela, 70 x 70 cm Colecci贸n particular

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Selección de obras

Sigua A, 1976 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección del Museo de Bellas Artes de Salta A principios de los setenta María Martorell comenzó a trabajar en la serie que denominó “siguas”. Sigua A está compuesta por un plano de color de fondo y una figura resultante de la superposición de ondas que se cortan a derecha e izquierda sin llegar a tocar los extremos del bastidor. La figura que motiva este grupo de obras es como un signo que se repite con variaciones a lo largo de varias piezas. La onda, de color celeste, se va mezclando con el color del fondo en un juego sutil de escala de valores. Movimiento, ritmo y volumen se implican por medio de la escala y el leve desfasaje de la línea ondulante. Martorell profundiza en esta serie la experimentación con los efectos lumínicos remitiendo de alguna manera a los que antes fueron los espectros. Las siguas oscilan y, en ese efecto, producen una inestabilidad respecto del plano en el que se encuentran apoyadas. Las obras Zik-zak, de 1972; BY-CE, de 1974; Zigzag, de 1976; Gneis, de 1976; y Sin título, de 1977, también pertenecen a la serie. Sigua A, fue expuesta en Pintura argentina actual: dos tendencias, geometría-surrealismo, en el Museo Nacional de Bellas Artes en 1976.


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Selección de obras

Trebede N°3 óleo s/tela, 90 x 90 cm Colección Banco de la Provincia de Buenos Aires (ubicación actual: San Pablo, Brasil).


Selección de obras

Circuito III, 1975 óleo s/tela, 50 x 60 cm Colección María Martorell

Sin título, c. 1977 óleo s/tela, 70 x 70 cm Colección María Martorell

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Selección de obras

t Zégel, 1975 óleo s/tela, 110 x 115 cm. Colección Banco de la Provincia de Buenos Aires (ubicación actual: Casa Central del Banco Provincia en Buenos Aires, Argentina; anteriormente en Nueva York, EE.UU.)

Circuito II, 1976 óleo s/tela, 45 x 65 cm Colección María Martorell

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Selección de obras

Circuito, 1975 óleo s/tela, 65 x 100 cm Colección particular Otra innovación de la década del setenta es la de las obras denominadas “circuitos”, probablemente desarrollos de la serie “sigua”. Como sucede en Circuito, de 1975, sobre un fondo de color neutro se incorporan dos conjuntos de ondas con el mismo motivo en distinta posición. Martorell parte de dos ondas negras que se degradan hacia el celeste y se curvan formando esferas virtuales en los extremos. Ambas figuras conviven, se relacionan formalmente y parecen interactuar oscilando con el mismo ritmo. El signo sigue siendo la ondulación que se relaciona con su par cuya posición es inversa. Así, la tela es un campo de fuerzas donde se desenvuelven formas y colores. Aquí se aprecian dos fuerzas que se atraen, que son simétricas, pero que se desplazan en sentidos contrapuestos. De este grupo son: Circuito II, de 1976, y Circuito III, de 1975.


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Selección de obras

En el círculo Nº 5, 1976 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección particular


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Silencio, 1983 贸leo s/tela, 130 x 130 cm Colecci贸n particular

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Selección de obras

Silencio Nº 1, 1981 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección María Martorell En los ochenta, María Martorell produce un conjunto de obras en función del empleo de las escalas de valores dentro de un mismo tono. Herencia de sus “espectros”, de principios de la década del setenta, este grupo de obras presenta una paleta mucho más reducida. El plano de fondo hace de sostén de las ondas, a la vez que las funde hasta “absorberlas”. La serie repite la composición de un plano de color neto y otro (de tono complementario) con la modulación de valores lumínicos. Guillermo Whitelow escribió en su estudio sobre estas obras: “…entre 1981 y 1983 nos vamos a encontrar con obras como Silencio, de una luminosa profundidad y un grado de plenitud que el contemplador percibe gozoso”.1 Otras obras de la serie son: Silencio, de 1983, Silencio, de 1985, y Silencio, de 1986. En 2005, en la exposición Argentina pinta bien, sección Salta, se exhibió Silencio (1985). 1. Guillermo Whitelow, María Martorell, Buenos Aires, Ediciones Gaglianone, 1990, p. 90.


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Silencio, 1985 贸leo s/tela, 100 x 100 cm Colecci贸n particular


Selección de obras

Sin título (serie “silencio”), 1986 óleo s/tela, 100 x 100 cm Colección María Martorell

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Selecci贸n de obras

Espectros amarillos, 1971 贸leo s/tela, 50 x 50 cm Colecci贸n Mar铆a Martorell


Selección de obras

Sin título (serie “Lázaro”), 1974 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección particular

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Selección de obras

Vía 0, 1985 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección particular

u Vía Nº 8, 1985 óleo s/tela, 100 x 100 cm Colección María Martorell


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Selección de obras

t Vía Nº 9, 1985 óleo s/tela, 116 x 106 cm Colección María Martorell

Vía Nº 3, 1985 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorell

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Omnia, 1986 贸leo s/tela, 60 x 60 cm Colecci贸n Mar铆a Martorell


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Selección de obras

Aproximación Top Nº 2, 1979 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorel


Selección de obras

Aproximación Top Nº 3, 1979 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorell

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Selección de obras

t Sierpen, 1991 óleo s/tela, 130 x 130 cm Colección particular

Sin título, 1992 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección María Martorell

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Homenaje a Albers, 1992 贸leo s/tela, 80 x 80 cm Colecci贸n Mar铆a Martorell


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Selección de obras

Sin título, (c. 1970) óleo s/tela, 45 x 45 cm Colección María Martorell

Liladati 3, 1972 óleo s/tela, 18 x 24 cm Colección particular


Selección de obras

Sin título, 1973 óleo s/tela, 18 x 24 cm Colección particular

Bion II, 1973 óleo s/tela, 30 x 30 cm Colección María Martorell

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Selección de obras

Sunya III (serie “Lázaro”), 1974 óleo s/tela, 45 x 45 cm Colección María Martorell

Sin título, 1976 óleo s/tela, 18 x 24 cm Colección particular


Selecci贸n de obras

Sin t铆tulo, 1976 贸leo s/tela, 50 x 50 cm Colecci贸n particular

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Selección de obras

Sin título, 1983 óleo s/tela, 50 x 50 cm Colección María Martorell


Selecci贸n de obras

Sin t铆tulo, 1988 贸leo s/tela, 60 x 60 cm Colecci贸n Museo de Bellas Artes de Salta

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Selecci贸n de obras

Paray, 1959 贸leo s/tela, 84 x 125 cm Colecci贸n Mar铆a Martorell

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Apacheta, 1960 贸leo s/tela, 70 x 120 cm Colecci贸n particular


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Molinos, 1966 (tapiz) lana, 315 x 175 cm Colecci贸n particular

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Diálogos a través del tiempo Un aspecto particular en la trayectoria de María Martorell es su incursión en el universo del arte textil: una nueva manera de fusionar su actividad pictórica con las figuraciones de su tierra natal, entrecruzadas con la abstracción geométrica. Las tramas de sus diseños y las de los tapices se acoplaron en intensas muestras de destreza, tanto la suya como la de los artesanos que las llevaron a cabo en el telar. Es un desafío trazar esas figuras zoomorfas tan típicas del NOA en el damero de la urdimbre y la trama. Martorell incorporó con audacia sus composiciones de la etapa concreta a los tapices pero con los colores estridentes tradicionales. Es esta una muestra de fusión temporal y estética insoslayable para el arte argentino. Volver incluso a la lengua originaria, el quechua, y nombrar Paray (la lluvia) o Apacheta (altar campestre y lugar de meditación) a algunas piezas sostiene la tradición de las culturas del NOA, como la Candelaria, con sus textiles para ajuares funerarios. También en la cultura de Santamaría las urnas se decoraban con una geometría muy compleja similar a la de los telares. Los diaguitas, más recientes, incorporaron más variedad de prendas a su tejeduría. En las tres culturas se trabajó la lana de llama y vicuña y se las tiñó. Los años setenta pueden ser considerados como los años del revival del arte textil en la Argentina y en el exterior. En particular los tapices toman un lugar preponderante. Surgen los cruces con artistas plásticos que aportan diseños para que los tejedores les den vida en el telar. Como señaló Rosa Faccaro: “...el lenguaje tapicista tomó un carácter totalmente nuevo a partir de los encuentros de la Bienal de Lausanne (Suiza) creada en 1963, donde se aportó un nuevo espíritu y nuevas creaciones: el tapiz accedió al mundo del arte y a exhibiciones internacionales en los grandes museos del mundo.”1 María Martorell combinó su estilo con las influencias provenientes de las culturas originarias de su región natal para aplicarlas al diseño de

cartones realizados por artesanos tapiceros de los valles calchaquíes. Comenzó a dedicarse a los tapices a partir de 1961, paralelamente a la producción de su obra pictórica, con una serie llamada “composiciones”, de carácter netamente constructivo. En 1961 produjo la primera muestra en Salta. En 1967 realizó una exposición individual de tapices ejecutados por artesanos textiles de Cafayate en la galería El Sol de Buenos Aires, donde presentó las piezas Cafayate, Vixit, Fetiche, Viento blanco, Diaguita, Heráldico y Duende. En 1971 realizó la exposición Tapices y alfombras contemporáneas, en el Museo Sívori de Buenos Aires. En Salta contó con el auspicio del Dr. A. Cortázar, con quien formó un taller de investigación y diseño con estudiantes de la Escuela de Manualidades de la ciudad. En la década del noventa sus tapices fueron recuperados con la exposición Tapices y alfombras, realizados por artesanos de Molinos, Salta, en el Museo de Arte Español Enrique Larreta. Mostró allí 23 piezas con diseños propios junto a otras de antiguos tejedores calchaquíes prehispánicos, de la colección del Museo Etnográfico Juan Bautista Ambrosetti, de la Universidad de Buenos Aires. Un año después, en 1993, la muestra de tapices de Molinos se lució en Salta, exhibida en el Museo de Bellas Artes. 1. Rosa Faccaro, Arte textil argentino hoy, Buenos Aires, E. Beutelspacher SRL, 1986.


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Sin t铆tulo, 1966 (tapiz) lana, 157 x 224 cm Tejedor: Pajita Garc铆a Bes Colecci贸n particular

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Selecci贸n de obras

Apacheta, c. 1965/1966 (tapiz) lana, 100 x 138 cm Tejedor: Jaime Segundo Guaymas Colecci贸n particular


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Selección de obras

Banda oscilante galería El taller Buenos Aires, 1969 En 1969 María Martorell realizó una instalación para mostrar, en el espacio real de la galería, la forma en que el color funcionaba en sus pinturas. Luego de las obras de gran tamaño de la serie “ekho” donde las líneas se proyectaban fuera de las telas dando una sensación ambiental, Martorell imaginó una línea ondulante que se desplazaba por la pared, bajaba una escalera, rodeaba el perímetro de la sala, abrazaba una columna y se escabullía por el techo. Todo el ambiente estaba bañado por luz negra. Al llamar a la figura Banda oscilante, la artista nos da la pauta de que su intención era mostrar la inestabilidad que le produce al ojo ver la pintura fluorescente bajo la luz negra. La reconstrucción parcial que presentamos en la exposición parte de la única foto que se conoce y muestra el efecto de reverberancia visual sobre dos de las paredes de la sala. La banda parece flotar en un espacio sin referencias, se produce una alteración en la percepción en la que el cubo, el ambiente, se desvanece. La Banda oscilante fue una metáfora para mostrar la energía contenida en el color, una vía que Martorell venía experimentando en el formato tradicional de la tela, lugar en que concentró su exploración de allí en más.


Selecci贸n de obras

Reconstrucci贸n parcial de Banda oscilante, 2013 Museo de Bellas Artes de Salta

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Ensayos



María Martorell: la vocación de una artista María José Herrera “Todo mi tiempo está en este tiempo y espacio que aquí presento. Vivo inmersa en el tiempo de saber, de conocer y hacer: de soñar y de jugar; de apostar a ganar y conquistarlo. No hay tiempo, falta el tiempo, es poco el tiempo. ¿Dónde estará mi tiempo libre? Sí, está en otro tiempo y espacio. Para vivirlo sin apremios en una situación de libertad. Una nueva dimensión”. Documento en el archivo Martorell, s/firma, s/fecha, c. 1972

Cuando María Martorell define su vocación de artista, de pintora, tenía 33 años. Vivía en Salta, desde muy joven había formado una familia y, como muchas mujeres de su época y posición social, a esa edad tenía tiempo disponible para ella. Así fue como empezó a estudiar pintura y a explorar en su interior la posibilidad de dedicarse al arte. Luego de cuatro años de asistir al taller de Ernesto Scotti y de ganar premios en su provincia natal, se aventuró a “conquistar” Buenos Aires, una ciudad esquiva incluso para los propios porteños, y aún más para una mujer salteña. A mediados de los años cuarenta, el panorama artístico en la capital era el de una vanguardia que pugnaba por emerger: el arte abstracto; un arte moderno internacional por el que ya venían luchando figuras señeras como Emilio Pettorutti y Xul Solar desde comienzos de la década del veinte. Pero en los primeros años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la situación era otra y la modernización se hacía inminente. Como señaló Tomás Maldonado en una entrevista reciente, parecía que el fin de la pesadilla nazi-fascista podía marcar el advenimiento de un mundo distinto en el cual las utopías se iban a cumplir en breve.1 Maldonado y sus colegas propulsores del Arte Concreto habían nacido a principios de los años veinte. La generación siguiente –que es con la que expone Martorell– en su mayoría hacia 1930. Los cruces generacionales existieron pero lo cierto es que María Martorell, nacida en 1909, tenía efectivamente “poco tiempo” para acoplarse a un movimiento que ya vivía entonces su segundo momento de madurez, el de la llamada “neoabstracción”. Por eso su instinto fue


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acelerar el proceso de aprendizaje en el lugar y con las personas que en ese momento encarnaban el arte actual que ella buscaba. Viajó y vivió en Europa, primero en España y luego en Francia (1955-56). Conoció a los artistas que se convirtieron en sus modelos a seguir y desanduvo la historia del arte occidental en las lecciones de Pierre Francastel, uno de los iniciadores de la sociología del arte, en la Sorbonne. Con Francastel estudió de qué modo el contexto social incide sobre las concepciones artísticas; cómo hay un “pensamiento plástico” que, nacido en el siglo XV con el Renacimiento italiano, se sostiene hasta el siglo XX, cuando entra en crisis con la abstracción. Martorell expresó la síntesis de su formación intelectual en París en un artículo que escribió en 1963, “Lenguaje de la pintura a través de los siglos”. En él señala, siguiendo a Elie Faure, cómo el tema en una obra de arte es “(…) su armonía, su ritmo. El tema es solo el medio de orientar nuestra atención hacia las apariencias e invitarnos a atravesar esas apariencias para llegar a su espíritu”. Queda implícito que ese espíritu es la geometría. Martorell agrega cómo esas apariencias son representadas por “un vocabulario de formas” y, entonces que la pintura “(…) es y siempre ha sido un lenguaje gracias al cual conocemos cómo han vivido, pensado y sentido todos los pueblos de todas las épocas hasta la actual. Esta es la perspectiva sociológica del arte. Mas a esta circunstancia, se suma que la visión no es pues solamente una función automática de nuestro aparato fisiológico y se hace evidente que es en sí misma un modo de pensar”.2 En estas reflexiones, en las que Martorell basa los principios de su obra, se trasunta la influencia de los estudios de la comunicación, la sociología y la psicología de la percepción, su andamiaje conceptual. Probablemente, pensar al arte como una forma de conocimiento fue lo que dio a Martorell el gran envión para decidir su vocación. Sus archivos muestran la avidez con la que emprendió cada clase que consideraba que enriquecía su perspectiva. Por ejemplo, las del prestigioso Paul Rivet, fundador del Museo del Hombre (1937). El autor de la teoría interracial del origen del hombre americano dictaba cursos en el Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de París, donde acudía la artista salteña a formarse

en lo humanístico. Martorell tenía ya vislumbrado un camino que en Buenos Aires le habían marcado las clases de Jorge Romero Brest y sus propias lecturas; pero sin duda su estadía en París fue un momento de profunda reflexión y contacto con otras problemáticas. Sus apuntes están repletos de anotaciones marginales que plantean el relativismo cultural y distintas posturas estéticas. Por ejemplo, la pregunta por el destino de la tapicería que, si bien existía en Salta desde los tiempos incaicos, en la actualidad era considerada mera “artesanía”. La artista estudió la historia de los tapices desde la Edad Media hasta la Bauhaus, su valor iconográfico y artístico, y se propuso lograr que el textil contemporáneo salteño pudiera sintonizar tradición y modernidad. De modo singular, esto ocurrió en París, donde también cambió su visión de la figuración hacia la geometría. A diferencia de lo que todavía ocurría en Buenos Aires, en la capital francesa el arte abstracto tenía ya tal legitimidad que había un ámbito específico, el Salon des Réalités Nouvelles, un espacio exclusivo para las “nuevas realidades”, aquellas imágenes que en tanto poseen existencia plástica, son “reales” pero diferentes de las que reconocemos en el mundo fenoménico, el que nos rodea. “Desemboqué en Kandinsky y Mondrian. Desperté a la necesidad de un nuevo lenguaje plástico”, recordó en 1967.3 Con esos artistas se encontró en los museos, pero a otros como Georges Vantongerloo, Nicolas Schöeffer y Jesús Soto, los visitó en sus ateliers donde estaban activamente produciendo una nueva abstracción que estudiaba las leyes de la óptica y, con ellas, las condiciones del ojo que posibilitan el “pensamiento visual”.4 Por esos rumbos iría María Martorell cuando definió su imagen. En 1954, Rudolph Arnheim, cultor de la Psicología de la forma, publicó Arte y percepción visual. La psicología de la visión creadora, donde propuso que “...todo acto perceptivo es también pensamiento, tanto como el razonamiento es también intuición y la observación invención”.5 El modo en que percepción, pensamiento e intuición interactúan es la base de cómo se entienden los elementos del diseño. Así, Visión, un cuaderno manuscrito de Martorell fechado en 1965, muestra su concepción moderna y el análisis y ejemplos de los efectos visuales de la línea, la forma, sus

1. Entrevista a Tomás Maldonado, Buenos Aires-Bérgamo, Fundación Proa y Galeria d´Arte Moderna, 2002/2003, p. 61. 2. s/d, Salta, c. 1963. [El subrayado es nuestro]. 3. s/d, Buenos Aires, 1967. 4. Concepto elaborado por Rudolf Arnheim. 5. Rudolf Arnheim, Arte y percepción visual, Buenos Aires, Eudeba, 1962. 6. Francisco Álvarez Leguizamón, “Un saludable revulsivo en la chatura provinciana”, en El Tribuno , suplemento “Agenda Cultural”, Salta, 21 de mayo de 2000.


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7. “Exposición retrospectivaMuseo de Arte Moderno. De la Abstracción a la Figuración” [SIC]: 1948-1990, s/firma, s/fecha, c. 1990. [documento en Archivo Martorell] 8. Entartete Kunst en alemán.

propiedades y tipos, la organización en el espacio, la incidencia de la luz. El documento es una verdadera obra autodidáctica que ayudó a Martorell a entender la lógica de su pintura según los encuadres conceptuales vigentes en la época. Martorell disfrutaba de la lectura y de la música; de hecho, muchos ven en su obra melodías y danzas. Escribía poesía y también prosa en inglés. Quería superar todos los límites para que su pasión por conocer no cesara. “Soy muy reflexiva en lo que hago”, confiaba al diario salteño El Tribuno.6 “Para mí la pintura es dar lo que uno tiene interiormente. Yo arranqué a andar por el mundo y por la profesión siendo ya una persona muy formada [...] Vivo inmersa en el tiempo de saber, de conocer y hacer”, afirmaba. El recorrido, en sus propias palabras, había comenzado en 1954 con la búsqueda de síntesis entre “la seducción figurativa y la abstracción geométrica” (obras de Cataluña y París), para arribar a la abstracción plena en 1956. “No se puede servir a dos señores”, señaló. Se “libera” de la figuración y comienza a indagar en las construcciones geométricas. El año 1962 es la fecha que la artista señala para la aparición de sus características “ondas”. De ellas dice “el plano vibra con coreografías imaginarias”. Pero es en 1966 donde fija el momento de lo que será la madurez de su imagen al producirse la “afirmación de la curva de color, el diálogo de las bandas onduladas entre sí”. A los primeros años setenta los caracteriza como de “ablandamiento de las estructuras geométricas y el fortalecimiento del juego cromático”. Una década después, hacia 1980, encuentra que se produce el “triunfo de las geometrías líricas y el refinamiento del color”, momento que describe épicamente como aquel en el que “el plano es un ensueño conquistado”.7 A los ochenta años, satisfecha, decía haber conquistado el “ensueño del plano”, del que no se apartó mientras siguió pintando. A la agitación de la mediana edad y la sensación de “que no hay tiempo, falta el tiempo, es poco el tiempo”, le siguió la calma lírica de la madurez. María Martorell se dedicó a jugar con los “silencios”, esos colores vibrantes, intensos pero planos, que se regodean en el recuerdo de la energía de las ondas, de la luz y de la geometría que está en todas las cosas.

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La definición de la geometría Hacia 1947, la unidad primera de los artistas ligados a la abstracción encarnada en el único número de la revista Arturo (1944) se dispersaba en diversas células antagónicas. No obstante las discusiones internas y las polémicas, lo cierto es que a la abstracción le estaba costando ganarse un lugar en el panteón de los gustos del público porteño. No solamente en Salta –como lo percibía Martorell– los nuevos lenguajes eran mirados con desconfianza. Era el caso, por ejemplo, del ministro de Educación, el cirujano Oscar Ivanissevich que, en 1949 hablaba de la abstracción como de “aberraciones visuales, intelectuales y morales”, de un “arte degenerado”, como lo había denominado el nazismo.8 No obstante, las instituciones por el nuevo arte se estaban organizando. El mismo año –1949– el recientemente creado Instituto de Arte Moderno (IAM) trajo desde Brasil la exposición internacional Arte abstracto, del arte figurativo al arte abstracto que fue un éxito de concurrencia entre los habitués. Organizada por León Degand, crítico belga residente en París, la muestra presentaba una selección de obras pertenecientes a los grupos abstractos activos en Francia. De los años treinta participaron artistas del grupo Cercle et Carré (Hans Arp, Frank Kupka, Wassily Kandinsky, Sophie Taeuber-Arp) y Abstraction Creátion (Sonia y Robert Delaunay, Alberto Magnelli y Georges Vantongerloo) junto a artistas más jóvenes vinculados a las Réalités Nouvelles, la revista Art d’aujourd’hui y la galería Denise René, promotores de la abstracción geométrica. Es precisamente con este núcleo del ambiente con quien unos pocos años después se relacionaría Martorell. En Buenos Aires, en 1948, la exposición Nuevas realidades (a la manera del salón parisino) reunió en la galería Van Riel a concretos, madistas, perceptistas, e independientes, es decir, al espectro completo de la abstracción en nuestro medio. Al año siguiente la Asociación Arte Concreto-Invención se disuelve y la ortodoxia geométrica cede paso a otras influencias. Carmelo Arden Quin –artista madí– creó junto al crítico Aldo Pellegrini la Asociación Arte Nuevo, en 1955. El propósito de la agrupación era continuar la difusión de las variadas tendencias de la abstracción posconcreta. La caracterizó la


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pluralidad de disciplinas que acogió: pintura, escultura, grabado, fotografía y arquitectura. El primer número del boletín de la asociación planteó “el conflicto existente entre el público, los artistas y la no figuración”.9 Ante este diagnóstico, la solución parecía ser la difusión y la información. Entre los artículos incluidos en ese número, uno –”Acerca del hipotético tratado de armonía en pintura”, firmado por la pintora Ana Sacerdote– planteaba entender a la pintura abstracta en su comparación con la música. Si bien existen “temas”, sostenía, la música es independiente de una lógica “extra musical”, vinculada a la realidad. Lo mismo sucede en la pintura abstracta. Así, línea, tono y color, equivalen a ritmo, melodía y armonía. Estos eran los debates cuando Martorell regresa de París en 1956, luego de exponer en el Salon des Réalités Nouvelles, y comienza a viajar con más frecuencia a Buenos Aires. Se interesa por los artistas concretos, se hace amiga de varios (Enio Iommi y Manuel Espinosa, entre ellos) con quienes poco después muestra su obra. Luego de una exposición individual a comienzos de los sesenta, viaja y exhibe por Latinoamérica y también en Nueva York. En 1962 forma parte de la Primera exposición internacional Forma y Espacio. Organizada por el artista chileno Ramón Vergara Grez, esta exposición se proponía dar cuenta de la originalidad del arte constructivo en Argentina, Uruguay y Chile, donde los “ismos” europeos, a su juicio, se “desintegran al cruzar el Atlántico”.10 Pero lo que fue fundamental para su carrera fue el hecho de que su obra llamara la atención de Romero Brest, a quien conocía por las conferencias en la Asociación Ver y Estimar. El crítico era todo un referente en el medio de entonces: dirigía el Museo Nacional de Bellas Artes, presidía la Asociación Argentina de Críticos de Arte (1950), había desarrollado una extensa trayectoria como docente y también poseía gran influencia a través de su revista Ver y Estimar (1948-1955). En 1963, Romero Brest invitó a Martorell a la exposición Ocho artistas constructivos, junto a Brizzi, Espinosa, Lozza, Sabelli, Vidal y Silva. Esto fue un verdadero espaldarazo al arte contemporáneo, que no había sido hasta entonces parte de la programación del MNBA. La obra que presentó Martorell es una de las que muestra su filiación con el arte concreto,

como lo señaló Nelly Perazzo.11 Tanto Fuga como Quipus abordan un tema típico del concretismo, el desarrollo de una forma en el espacio. Las figuras superpuestas (el caso de Fuga) hacen que el espacio se perciba de manera tridimensional a pesar de ser un plano. La opción de trabajar en serie, introduciendo pequeñas variantes en una determinada proposición inicial, rinde tributo a la metodología de la Bauhaus y, en particular, a Joseph Albers y sus investigaciones sobre la sintaxis del color. Es el caso de Quipus 1 y Quipus 2, donde ensayó dos composiciones idénticas en las que cambió el color de fondo. El nombre de ambas obras es un vocablo quechua que denomina al sistema mnemotécnico para contar –una especie de ábaco– inventado por los incas. Sin embargo, no hay similitud formal entre los quipus y la figura representada. El título de las obras, entonces, parece aludir a la intención de anclar la abstracción en la tradición precolombina, un camino señalado por Torres García, y también revindicado por Vergara Grez. Además, en aquellos años Martorell ya comenzaba a proyectar los tapices que combinarían la iconografía salteña antigua con la geometría contemporánea. Idea que había aparecido en París. Al momento de participar en Ocho artistas constructivos, Martorell ya se encontraba trabajando en otra serie superadora del “concretismo ecléctico” de mediados de los cincuenta. Estaba investigando las “elipses”, serie con la que poco después derivará en las “ondas”, aquellas imágenes que le depararon un amplio reconocimiento hacia mediados de los sesenta. Es el caso de Tiempo Nº 2 (1962), donde juega con elipses rojas sobre fondo rojo que se interceptan y proyectan en curvas ondulantes. De todos modos, y en el marco de una ocasión de tanta visibilidad como era exponer en el Museo Nacional, prefirió mostrar obras que ya habían sido legitimadas en exposiciones anteriores, y en las que pudiera ser claramente reconocido su estilo. Ese mismo año –1963– Martorell expuso en la panorámica Del Arte Concreto a la Nueva Tendencia, organizada por el Museo de Arte Moderno de la ciudad de Buenos Aires (MAM). Por “nueva tendencia” se entendían las transformaciones de la geometría a partir de la aplicación de las leyes de la visión: el “arte

9. Boletín de la Asociación Arte Nuevo, Nº 1, Buenos Aires, 1956. 10. Véase, Cristina Rossi, “Pasos cordilleranos. Intercambios argentino-chilenos alrededor del arte abstracto”, Transnational Latin American Art from 1950 to the Present Day. International Research Forum for Graduate Students and Emerging Scholars, University of Texas at Austin, 2009, pp. 307-325. Disponible en: http://utexasclavis.org/wpcontent/uploads/2012/10/2009_ FORUM_PAPERS.pdf 11. Nelly Perazzo, Las aventuras secretas del orden, Cat. Exp., Museo de Bellas Artes, Salta, 2005.


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12. La Teoría del arte había tomado un concepto de la física y hablaba de “campo de color”. 13. s/d, El Mundo, Buenos Aires, julio 1966 [Archivo María Martorell]. 14. Participaron de esta exposición K. Kemble, M. Simón, C. Silva., A. Puente, E. Mac Entyre, M. A. Vidal, E. Iommi, G. Kosice, O. Palacios, R. Polesello, E. Rodríguez, J. Lezama, M. Espinosa, E. Sabelli, entre otros. 15. Cristina Rossi, “Más allá de la geometría. Un puente entre dos épocas”, en: Herrera, María José (dir.), Exposiciones de arte argentino 1956-2006. La confluencia de historiadores, curadores e instituciones en la escritura de la historia, Asociación Amigos del MNBA, Buenos Aires, 2009. 16. s/d, Primera Plana, octubre 1967.

generativo” y óptico –más ligado a Europa–, el color field, y el hard edge; estas dos últimas, variantes de la aplicación del color en planos relacionadas a la plástica estadounidense. Por esta última vía se dirigía la pintura de la salteña. Antar (1966) es un ejemplo de esa geometría de planos y bordes netos y extensos “campos de color”12 que introduce una nueva imagen que se desarrolló a lo largo de los años sesenta. Una figura ondulada de simetría axial que yuxtapone colores complementarios (rojo y verde). Otra obra del período es Puntos de tensión (1966) con la que Martorell participó de Más allá de la geometría, en el Instituto Di Tella. Prácticamente con la misma paleta de colores que Antar, ambas pinturas abordan una temática similar, y sus figuras abarcan casi la totalidad del plano de representación. Pero Puntos de tensión explora algo distinto y es la pregnancia de las formas y en qué medida ésta se basa en la interacción del color. Martorell había estudiado en sus lecciones de Psicología del arte que los tonos cálidos “avanzan” y los fríos “retroceden”, cómo el color produce espacio y, en consecuencia, determina que una superficie se lea como figura y otra como fondo; en definitiva, esa tensión, ese esquema ambiguo entre fondo y figura que es una de las leyes de la Gestalt, y que constituyen los conceptos que la artista desarrolló en su obra de este periodo. El año 1966 fue muy productivo para Martorell, ya que formó parte del Grupo13 (G13) junto a Brizzi, Durante, Espinosa, Heras Velasco, Lezama, Mac Entyre, Paternosto, Puente, Sabelli, Carlos Silva, María Simón, y Vidal; y también de la exposición 11 Pintores constructivos, en la que coincidía nuevamente con Brizzi, Espinosa, Mac Entyre y Vidal. La muestra del G13 tuvo excelentes comentarios, como el del crítico Córdova Iturburu que veía en su excelencia la contracara del Premio Braque dedicado a festejar las “naderías de los Pop”.13 Efectivamente, en ese momento convivían distintas tendencias como nunca antes. 1966 fue el año de los happenings, de la consagración del pop, de la afirmación del arte cinético, así como también el comienzo de la experimentación con el arte conceptual y la continuidad de propuestas neofigurativas. Todo sucedía a la vez, dando la sensación de que una

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tendencia “superaba” a la otra. Pero a pesar de ciertos pronósticos, el vigor y renovación de la geometría no se detenía. La propia Martorell contó cómo su sensación en Nueva York en 1961 fue la de que la geometría iba a ser reemplazada por el informalismo. En tanto, Más allá de la geometría. Extensión del lenguaje artístico visual en nuestros días14 probaba la vitalidad y variedad de la tradición geométrica en la escena artística local. La emblemática exposición, curada por Romero Brest, planteaba el desafío de hacer convivir obras muy distintas y de varias generaciones. Así, en un documento de la exposición que estudió Cristina Rossi,15 el curador clasificaba a los artistas y a sus obras para construir el guión. Anotaba: “Formas plenas con ritmo barroco: Martorell”. A su juicio este tipo de obras con elementos rítmicos más complejos que los del arte concreto “dan una sugestión musical”. Sin dudas, esta fue una de las formas que prevalecieron en la interpretación de la pintura de María Martorell. Desde comienzos de los años sesenta se hablaba de la importancia de que el público participara de la obra, de democratizar el acceso a lo estético. Experiencias como las ambientaciones, los happenings, y la extensión del arte al diseño fueron formas de lograrlo. En este sentido, se producía la reconciliación entre dos campos antagónicos –arte e industria– como había sucedido con la prédica de la Bauhaus a principios del siglo XX. En los sesenta, los “múltiples”, esos objetos que posibilitan la recreación, la multiplicación y la expansión del arte, como lo teorizó Vasarely en su Manifiesto Amarillo (1955), acercaban el objeto artístico a más personas. En este sentido, la tapicería fue una de las actividades industriales que se pusieron de moda junto con los objetos y los grabados, que se vendían en boutiques especializadas. También en 1967, Martorell expuso en la galería El sol, espacio dedicado exclusivamente al arte textil. “Un tapiz es de más fácil lectura que un cuadro”, señalaba la pintora salteña a la revista Primera Plana.16 Con los artesanos salteños y con sus propios diseños geométricos la artista se lanzaba a unir sus dos mundos: el de sus raíces y el del mundo moderno. Del “campo de color” al color “fuera de campo” Luego de un exitoso año, en 1968 Martorell


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expuso por segunda vez en la galería Guernica de Buenos Aires. Presentó obras de la serie “ekho”,17 que se convirtió en un indiscutido ícono de su trayectoria. El mismo año fue invitada a la exposición Nueva figuración/Nueva abstracción. En el catálogo, el crítico Aldo Pellegrini señalaba: La nueva abstracción como derivada por un lado de las tendencias concretas y por otro lado de un informalismo depurado y racionalizado, utiliza la línea, la forma, el color, en su calidad de signos puros, buscando la simplificación y la claridad máxima, sea como acción de campos de color (Martorell) […] el artista de la nueva abstracción rehúye las características estructuras asimétricas, la interacción entre vacío y forma y el sentido compositivo del primer arte concreto, para apoyarse en la pura representación de la imagen-signo, sea esta color, línea o forma.18 Las obras de la serie “ekho”, que Martorell desarrolló entre 1968 y 1971, se leen entonces como imágenes-signo, y como campos de color de la nueva abstracción. La serie reúne telas de gran formato, en general, debido a la suma de dos bastidores independientes, que conforman, en definitiva, dípticos. En ellas, las líneas ondulantes recorren el plano proyectándose hacia el exterior. Podríamos hablar de una visión de “encuadre”, como en la fotografía. En ocasiones son líneas coloridas (figuras) sobre fondo blanco, pero otras veces actúan a la vez como figura y como fondo, ocupando toda la tela. No es evidente a simple vista, pero se trata siempre de una misma línea, un único trazo (un signo formado por una curva y su contracurva) que se desplaza radialmente desde un punto fijo en la mitad de su extensión. Como si fuera un compás, la curva parece diseminarse, hacer un “eco” milimétrico que avanza desde la posición inicial. Por medio de un pantógrafo, Martorell trazaba la línea que luego se convertía en la “matriz” de la forma en cada obra. Así, la composición lineal quedaba resuelta en un pattern (una especie de “S”), y entonces se concentraba específicamente en el color, en componer con el color. En palabras de Pellegrini, “rehuía al sentido compositivo del arte concreto”. Así ocurre en Ekho

(colección María Martorell) donde las bandas superiores “dialogan” con las otras en el ángulo inferior. En el medio, un gran “vacío” blanco se convierte en figura. Esta área delimita sus contornos por ser el espacio “negativo” de las bandas coloridas. La propia Martorell hablaba en esta etapa de “diálogo”, de “la afirmación de la curva de color, el diálogo de las bandas onduladas entre sí”. Ese diálogo es lo que en música se denomina “contrapunto”: la respuesta de una voz a la otra. La alusión a la música nuevamente está en su obra, esta vez con la poética imagen de Ekho, la ninfa enmudecida, que solo puede responder a lo que escucha. Para la muestra en Guernica, Martorell dispuso sus “ekho” de tal modo que una se continuaba en la otra; el diálogo no solo era entre las curvas, sino entre las obras cuya composición era complementaria; se convertían en una ambientación. Como mencionáramos anteriormente, las ambientaciones fueron muy populares en los sesenta, constituían un modo de involucrar al espectador en el espacio y de proveerle de una percepción diferente.19 En su mayoría, incorporaban varias disciplinas: pintura, escultura, objetos y banda sonora. Pero Martorell era únicamente pintora. No obstante, el descrédito al que las vanguardias estaban sometiendo al cuadro de caballete, y los aires experimentales que se vivían en el Buenos Aires de entonces, llevaron a la artista salteña a buscar una apertura a su lenguaje sin traicionarlo. Al año siguiente de la exposición en Guernica, Martorell proyectó Banda oscilante, esta vez una verdadera instalación in situ, donde el color y la forma, que pugnaban por salirse de la disciplina del bastidor, danzaron libres por el “cubo negro” de la galería. Del “campo de color” al color “fuera de campo”, la instalación era una línea ondulante que bajaba una escalera, rodeaba el perímetro de una sala en subsuelo, abrazaba una columna y se escabullía por el techo. El ambiente estaba iluminado con luz negra y la banda tricolor era fluorescente.20 Un artículo periodístico señaló:

17. Ekho, la hermosa ninfa musical, solitaria, de la mitología griega que fue enmudecida por la furia de Hera –la esposa de Zeus– y castigada a repetir la última palabra dicha por otro. 18. Aldo Pellegrini, Nueva figuración/Nueva abstracción Cat. Exp., galería Van Riel, Buenos Aires, marzo, 1968. 19. Se puede considerar a la exposición Arte destructivo (1961) como la primera ambientación, seguida de La muerte (1964) y La Menesunda (1965). 20. Agradezco la colaboración y memoria de Enrique Reiter, asistente de María, quien me informó de varios aspectos de esta instalación en la que colaboró y para la que diseñó el catálogo. 21. Hernández Rosselot, s/f, en La Razón, Buenos Aires, 15 de octubre de 1969. 22. La postimagen es el efecto de la saturación de la retina frente a la agresión que le producen los tonos complementarios. Mientras la vista se fija en los colores, estos parecen vibrar. Cuando se cierran los ojos por unos pocos segundos aparece la postimagen. 23. Un año antes, Marta Minujín había realizado ImportaciónExportación en el Di Tella, una instalación con luz negra y dibujos fluorescentes en el piso, inspirada en los ambientes neoyorkinos. 24. Objetos útiles e inútiles con acrílicopaolini, Museo de Arte Moderno, Buenos Aires, noviembre de 1970. 25. Perla Benveniste, Gregorio

Evidentemente se trata de una intuición sobre una propuesta arquitectural. El cuadro ha salido de su marco (que es como abandonar la pintura de caballete, declara la autora) y penetra

Dujovny, Jorge Gamarra, Rogelio Polesello, Eduardo Rodríguez, Ary Brizzi, Edgardo Lezama y César Ariel Fioravanti, entre otros.


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26. En el catálogo, la obra Experiencia 6 está erróneamente consignada entre los “inútiles”. 27. Catálogo Descentro, Salón

recorriendo un ámbito dado. Eso es todo. Solo faltaría adecuarlo a otro espacio y transformarlo en un elemento cinético en función del desplazamiento del espectador.21

Auditorio Grimau, Buenos Aires, del 14 de mayo al 12 de junio, de 1971. Participan del grupo: María Juana Heras Velasco, Jorge Lezama, Manuel Espinosa, César Fioravanti, Ricardo Roux, Emilio Renart, María Martorell, Jorge Duarte, Roberto Duarte Laferrière, Juan Carlos Romero y Jorge Gamarra. El grupo también exhibió en el Racing Club de Avellaneda. Citado en: Herrera, María José, Real/Virtual. Arte cinético argentino en los años sesenta, Museo Nacional de Bellas Artes , Buenos Aires, 2012, p. 22

El arte cinético estaba lejos del interés de Martorell. Su opción, claramente, era la de implicar el movimiento a partir de la propia vibración del color. Color que, como lo había estudiado Albers, es relativo, en tanto depende del contexto. La Banda oscilante no se refiere al movimiento de la banda por el espacio, sino a la inestabilidad que produce al ojo ver la fluorescencia bajo la luz negra. De hecho, la artista había trabajado ya con este efecto al poner adyacentes los colores complementarios de sus “ekhos”. Es decir, se había valido de dos colores opuestos –el máximo contraste de tono– para producir en la retina del observador la ilusión óptica de movimiento. A este efecto se lo conoce como “postimagen”, y consiste en una imagen virtual e invertida que el ojo fabrica. Por ejemplo, si lo que se mira es un punto verde sobre fondo blanco, en la postimagen, el punto aparece rojo. Este recurso fue muy frecuente en el arte óptico, arte que, en forma independiente y sin manifiestos, practicaba Martorell en aquel momento.22 La única foto que se conserva de la instalación muestra cómo la banda parece flotar en un espacio del que se han perdido, prácticamente, todas las referencias. Las paredes negras y la luz ultravioleta producen un efecto de oscilación, de reverberancia visual, como la de los estados alterados por las drogas. Efectivamente, la psicodelia estaba en su furor con la subcultura hippie, y su imagen de exaltación pop del color y los trazos obsesivos de curvas concéntricas se habían trasladado a los pósters, a las tapas de discos de rock y a la moda.23 Banda oscilante fue una metáfora para mostrar la energía contenida en el color, una vía que Martorell venía experimentando en el formato tradicional de la tela, lugar en que concentró su exploración de allí en más. La geometría de la luz A lo largo de su extensa trayectoria, Martorell trabajó con la metodología de serie, investigando todas las posibilidades de un tema. Las líneas

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onduladas, en diversas tipologías, ocuparon buena parte de su producción en la década del setenta. A comienzos de esa misma década, continuaron las exposiciones auspiciadas por empresas para experimentar con nuevos materiales. Fue el caso de los ocho premios de la empresa Acrílico Paolini. El MAM fue la sede del primero: Objetos útiles e inútiles con acrílicopaolini.24 Los objetos “útiles” eran los funcionales, los que permite la innovadora tecnología del acrílico; y los inútiles, los propiamente artísticos. En la exposición participó un nutrido grupo de artistas cinéticos y aquellos para quienes el acrílico era apreciado por su transparencia y capacidad de reflejar la luz.25 Martorell presentó Experiencia A6, un biombo divisor de ambientes en el rubro de los objetos “útiles”; y dos piezas en colaboración con Rogelio Polesello en el de objetos “inútiles”.26 Experiencia A6 toma su nombre de las seis cintas negras (de acrílico opaco) recortadas y aplicadas sobre una placa transparente. Las líneas se ondulan como si se les hubiera impreso un leve movimiento que se va trasladando, como en un dominó, hasta desvanecerse. El renovado auge de las exposiciones de artes aplicadas y diseño fue contemporáneo a la crítica al carácter elitista del arte auspiciado por museos y galerías. Los objetos de diseño aproximaron el arte a la vida cotidiana, pero la galería –y en particular el circuito céntrico– seguía siendo el ámbito sacralizado de la obra de arte. Con la idea de expandir esos límites, se formó el grupo Descentro.27 Martorell, junto al grupo de artistas, se proponía acercar las obras al “hombre de la calle” para enfrentarlo con el “lenguaje de la época en que vive”. Como señaláramos, el nombre Descentro aludía a la intención de llevar el arte a los barrios, pero también a descentrar la posición tradicional del artista que crea en su torre de marfil, como decían los románticos, o en una aggiornada ”torre de acrílico”, como ironizan los expositores en el catálogo de la muestra. “La obra de arte no es un elemento de mero valor económico” –declaran– “sino objeto inductor de otra realidad” en la que creen firmemente y que aspiran a compartir cada vez con menos limitaciones. Entre 1970 y 1980, Martorell profundizó el uso


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María Martorell: la vocación de una artista

del color en obras emparentadas con las de la serie “ekho”, a la vez que introdujo innovaciones que la desplazaron del arte óptico –concentrado en la ilusión de movimiento y la fisiología del ojo humano– a la “geometría sensible”, una opción diferente dentro de su lenguaje maduro. Aldo Pellegrini fue quien acuñó esta categoría, en 1963, para referirse a la pintura de Alejandro Puente y de César Paternosto en ese momento.28 “Geometría” supone cálculo, rigor, frialdad, razón; y “sensible”, su opuesto, es lo imprevisible, animado, intuitivo. Pero en el mundo simbólico del arte ambas cosas pueden convivir. Hasta entonces, la abstracción geométrica había sido reticente al uso de la luz por considerarlo un recurso naturalista. Hacia mediados de los setenta, son precisamente esas escalas de valores que desdibujan planos y dan sensación de atmósfera y tridimensionalidad las que aparecen en la “geometría sensible”. Un “ilusionismo” que, en su momento, la ortodoxia de los artistas concretos había condenado. Alejandro Puente, Ary Brizzi, Rogelio Polesello, Miguel Ángel Vidal, Julio Le Parc, y María Martorell, entre otros, tomaron este camino para renovar los contenidos de la geometría. También aquella década fue un momento en que desde distintas tendencias se abogó por la definición de un arte regional, latinoamericano. Precisamente la “geometría sensible” fue una tendencia que, teorizada por el crítico brasileño Roberto Pontual,29 se ofrecía como una nueva amalgama de razón e intuición anclada en la prédica de Torres García para todo el continente. En 1978, Pontual compiló ensayos de Federico Morais (Brasil), Damián Bayón (Argentina), Juan Acha (México), y Marta Traba (ArgentinaVenezuela), entre otros, donde se expidió por una “vocación” sensible de la geometría latinoamericana. Los argentinos estaban a la vanguardia de esta tendencia. En 1972, Germaine Derbecq30 había comentado en Artinf las particularidades del uso de la luz en la obra de Martorell y su nueva serie “espectros”: los flux de electrones y otras partículas en movimiento tienen carácter de ondas (…) [sus espejos] hacen recordar las experiencias de descomposición de la luz sobre un prisma para

obtener la imagen del espectro solar o los siete colores del arco iris.

28. Apenas tres años después, Puente y Paternosto habían abandonado este tipo de

Las distintas tipologías formales de los setenta (“espectros”, “siguas”, “circuitos”) tienen como recurso común el uso de las escalas de colores. A su vez, tanto las “siguas” como los “circuitos” son figuras compuestas que se recortan sobre un fondo. En el caso de los “circuitos”, la yuxtaposición de las ondas y el esfumado del color dan una sensación de tridimensionalidad y generan esferas virtuales. Durante toda la década, Martorell expuso asiduamente en Latinoamérica, Venezuela, México y Colombia. En ocasiones lo hizo en panoramas organizados por el gobierno argentino, en donde en general mostraba su obra junto a la de los artistas del movimiento del arte generativo. En 1973, expuso en Espacio y vibración, en la galería Arvil de México, junto a Mac Entyre, Vidal y Brizzi. En esa oportunidad Mac Entyre señaló a la prensa un aspecto crucial del arte geométrico argentino desde fines de los cincuenta:

geometría para practicar el Pero hacia mediados de los setenta, Puente retoma una geometría lumínica que se denominó nuevamente “geometría sensible”. 29. Roberto Pontual, , Geometria sensivel, Museu de Arte Moderna/Jornal do Brasil, Río de Janeiro, 1978. 30. Derbecq, artista y crítica francesa, estaba casada con el escultor Pablo Curatella Manes. Fue directora de la galería Lirolay (1960-1981), crítica del diario francés Le Quotidien y fundadora en 1970, junto a Silvia Ambrosini y Odile Baron Supervielle, de la revista Artinf. 31. En Cultura de hoy, s/d, México, 1973.

“No somos herederos de la obra de Julio Le Parc, García Rossi y [Francisco] Sobrino o de Lucio Fontana, grandes pintores e innovadores de la pintura de Argentina, sino que todos somos contemporáneos dentro de un movimiento plástico de nuestra patria”.31

32. María José Herrera, op. cit. p. 16. 33. Con una obra del mismo título fechada en 1971, había obtenido una mención en el Salón Nacional. Véase, Diana B. Weschler, et. al., Salón

Mac Entyre está en lo cierto cuando puntualiza la simultaneidad de las indagaciones ópticas en el medio argentino. Sin dudas, la tendencia no contó con la difusión que desde sus comienzos le dedicó París, donde había galerías específicas para sostenerla. También, la metodología de formación de grupos, como ocurrió en Europa, imponía de otro modo la presencia de los artistas y les permitía crecer conceptualmente en poco tiempo. A esto se sumó la regularidad con la que asistieron a eventos internacionales (bienales, exposiciones colectivas) de gran visibilidad. Como señaláramos anteriormente, “poco de todo eso ocurrió en los primeros años en Buenos Aires, donde las dimensiones del medio, obviamente, no permitían las mismas condiciones que en la Europa de un mercado diversificado y maduro para una consolidación más temprana de las poéticas y

Nacional 100 años. Palais de Glace, Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 2011, p. 327, [reproducido B/N]. 34. Información mencionada en el diario Excelsior de ciudad de México, s/d, 1975. [Archivo María Martorell]


María Martorell: la vocación de una artista

35. Fermín Fèvre, “Una trayectoria”, en Pintura argentina actual: dos tendencias, geometríasurrealismo, Cat. Exp. Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes, 1976. 36. Rafael Squirru, “Muestra en Bogotá de María Martorell…,” en El Tribuno, Salta, 3 de mayo de 1977. 37. Guillermo Whitelow, María Martorell, Ediciones de Arte Gaglianone, Buenos Aires, 1990, p. 90. 38. María Martorell de la figuración a la abstracción, 1948/1990 Cat. Exp., Buenos Aires, Museo de Arte Moderno, 1990v.

María José Herrera Licenciada en Artes, UBA. Jefe de Investigación y curaduría del Museo Nacional de Bellas Artes (1999- 2012). Presidente de la Asociación Argentina de Críticos de Arte (AACA-AICA,

sus protagonistas”.32 Así, en los años setenta esas exposiciones panorámicas se proponían discutir el relato canónico y valorar la originalidad de la geometría argentina en consonancia con la internacional. Los mexicanos apreciaron la obra de Martorell luego de las exposiciones colectivas e individuales en las que participó en el Distrito Federal. En 1975 había sido parte de la muestra Arte moderno argentino, y una de sus obras, Derivabilidad,33 pasó a integrar la colección permanente del Museo de Arte Moderno del DF, expuesta en la sala dedicada al Color como lenguaje, junto a obras de Willem de Kooning, Mark Rothko y Sam Francis.34 La artista y su obra fueron recibidas por Fernando de Gamboa (1909-1990), director del museo, crítico e iniciador de la museología mexicana. Un año después, en 1976, Martorell expuso en Pintura argentina actual: dos tendencias, geometría- surrealismo, en el MNBA. Presentó Zegel (1975), Sigua y Zig-zag, estas últimas de 1976. Las ondas como figuras-signos se recortan contra la planimetría del fondo. Ahora están acotadas al marco y semejan un jeroglífico de “montaña”. En el prólogo de esta importante exposición panorámica, su curador Fermín Fèvre menciona cómo la geometría tiene en la Argentina una trayectoria “singular y propia”. Coincidiendo con la postura de otros críticos y luego de historiar brevemente a la geometría, Fèvre señala que la de ese momento tenía “una marcada búsqueda por lo sensible”, que prescindía de las matemáticas, la seriación y otras características tradicionales. A su juicio, la tendencia busca la “vibración y apertura de espacios” y representa una “valorización de la pintura como medio”. El crítico nota cómo a pesar de su carácter universalista:

2007-2013). Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Directora del GEME (Grupo de estudios sobre exposiciones y museos), curadora independiente.

“Hoy, este arte de nuestros artistas llamados geométricos puede exhibirse como una creación propia de los argentinos ya que por su desarrollo y evolución ha mantenido características singulares ajenas a otros procesos verificados en los centros artísticos más avanzados de Europa y los EE.UU”.35

Actualmente es directora general del Museo de Arte Tigre.

Para finalizar, Fèvre afirma que se trata de una tendencia que se apoya en la investigación

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constante y no depende de las modas. Nuevamente se expresa el carácter original de la geometría latinoamericana. Tanto para Fèvre como para Pontual y Rafael Squirru –este último prologa la muestra de Martorell en Bogotá en 1977– hay una connotación regional que sin caer en folklorismos expresa esta nueva versión de la geometría. Para Squirru, la obra de Martorell es “americanista”, entendiendo a América como “ámbito geográfico y estado anímico”. Así, la obra surge del diálogo de esta circunstancia de “tiempo y espacio”. El crítico encuentra la inmensidad del paisaje en las geometrías de la salteña: “sus ondulantes listas invaden el espacio circundante y se prolongan al infinito como otros tantos horizontes que reverberasen a la luz caliente de su Salta natal”.36 Inaugurando los años ochenta, Martorell presenta la serie “silencios” donde la luz espectral asoma tímida sobre los vibrantes planos de color; “el plano es el ensueño conquistado”, decía la artista entonces. Guillermo Whitelow señaló que se trata de obras de “luminosa profundidad y un grado de plenitud que el contemplador percibe gozoso”, donde también se ha creído ver en “ esas vibraciones cromáticas el reflejo de una alma americana”.37 En 1990, el Museo de Arte Moderno, recién instalado en su nueva sede del barrio de San Telmo, le dedicó una retrospectiva. Curada por el arquitecto Alberto Bellucci, destacó su camino hacia un arte “cada vez más espiritual”.38 Luego de este homenaje donde se pudo apreciar cada tramo de su recorrido con el arte de más de cuarenta años, Martorell inició una serie inspirada en uno de los maestros de la historia del arte moderno, Joseph Albers, quien en 1963 publicó La interacción del color, obra muy influyente para la generación del hard-edge. Las telas de la serie “homenaje a Albers”, son las últimas de una larga y prolífica vida. En ellas los cuadrados de color superpuestos, a la manera de Albers, se interrumpen con una presencia ajena al planteo original. Aparece una pequeña línea ondulada que abre el plano metafóricamente hacia otra dimensión. Tal vez, aquella a la que María se refería y prefiguraba en un tiempo “sin apremios, en una situación de libertad”.



Entre tradición e innovación Andrea Elías Deja que te acompañemos, déjanos acompañarte por tu mapa de colores donde río y monte caben. Déjanos ir de tu mano que el vino en el pecho late y ya las cajas están dolidas por recobrarte1

En su adultez, María Martorell despertó una vocación hasta ese momento dormida. Si bien aprendió a pintar antes que a escribir –como relata sobre sus primeros recuerdos– durante sus años de juventud su relación con el dibujo y la pintura tuvo un carácter doméstico. En un ambiente dedicado a la familia y en el contexto de una ciudad como Salta en las primeras décadas del siglo XX, Martorell, mujer perteneciente a una familia próspera, fue educada en colegio de monjas y se casó joven, a finales de la década de 1920. Junto a su esposo llevaron adelante una familia que fue en ese momento, y durante su posterior trayectoria como artista, su gran sostén afectivo. En el año 1941 un hecho cambiaría el rumbo de su vida para siempre: sus inicios en el taller del artista Ernesto Scotti. El pintor y escenógrafo de Buenos Aires, con una notable trayectoria a nivel nacional, se instaló en la ciudad gracias a una beca de la Comisión Nacional de Cultura. María Martorell, impulsada por su esposo, comenzó a tomar clases en su taller donde abordó por primera vez el aprendizaje formal del arte y emprendió una pintura de corte figurativo con especial interés en el paisaje. “Artista original, interesante y de fuerte temperamento”,2 la personalidad de Scotti hizo que su taller se convirtiera rápidamente en un lugar de encuentro para artistas, escritores y músicos de la época. Ese ambiente colmado de arte, libros y música animó en ella una vocación que sostuvo con firmeza y dulzura durante toda su vida. Este descubrimiento de un mundo que hasta ese momento no sospechaba cambió el curso de su historia personal y la llevó a iniciar una trayectoria como artista que comenzó a consolidarse con sus viajes de formación. María Martorell frecuentó mientras vivía en Salta amigos como Manuel J. Castilla, El Cuchi Leguizamón,


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Esdras Gianella, y Luis Preti, entre otros, y esa experiencia fue para ella una base, un semillero para ir hacia otras cosas: “Efectivamente, después de París ya para mí eso no era suficiente; los viajes me despertaron inquietudes para las que parecía que había nacido”.3 Luego, en sus años de madurez, reconoció la dificultad que supuso asumir una vocación por los muchos prejuicios que había que vencer, aún más para una mujer; y expresaba también su firme convicción en el camino del arte cuando afirmaba: “yo estoy aquí por necesidad no por distracción”.4 Scotti residió en Salta hasta 1946 y María, que durante esos años en su taller había adquirido intereses cuya continuidad no encontraba en Salta, emprendió viajes a Buenos Aires durante los cuales asistió a diferentes cursos y tuvo así la oportunidad de tomar contacto con lo que sucedía con movimientos como el de Arte Concreto-Invención y Madí. Estos viajes confirmaron su inclinación por un arte de carácter universal que la llevó a realizar a sus 43 años su primer viaje de formación a España. Las pinturas de esta etapa, puntualmente la serie “paisajes de Catalunya” reflejan una progresiva geometrización de las formas, aunque no será hasta su experiencia en París, a partir de 1954, que entrará cabalmente en una abstracción de tipo geométrica con la serie “el túnel”. Sus viajes por Italia, Alemania, Holanda, Inglaterra y Suiza fueron una fuente de conocimiento de grandes maestros de la pintura del siglo XX, como fue el caso de Mondrian, cuya obra le confirmaría su camino en la abstracción. Durante su estadía en París, un hecho decisivo fue su vinculación con el pintor y escultor Georges Vantongerloo a quien tuvo la oportunidad de frecuentar en su taller. En esta ciudad la artista diseñó un plan de estudios para los años 1955 y 19565 que consistía en una serie de actividades en la semana en las que se contaban sus cursos en el Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de París. Asimismo contemplaba clases de perfeccionamiento del idioma francés, visitas regulares a museos, su trabajo de pintura y dibujo en su taller, y la preparación de una muestra individual y obras para el reconocido Salon des Réalités Nouvelles. De forma paralela a su formación académica visitó talleres de grandes artistas geométricos como Soto y Pevsner,

aunque no se formó con ninguno de ellos. Si bien Martorell reconoció siempre este periodo de París como decisivo años más tarde manifestaría, en afinidad con su singular trayectoria en el arte, que el profesor que más influyó en su carrera definitivamente había sido el destino. En 1956 regresó a Argentina y tiempo más tarde estableció su taller en Buenos Aires. Allí residió durante sus décadas de trabajo más fecundas, alternando con temporadas en la villa de San Lorenzo en Salta, lugar en el que creció, y al que la unía un cariño especial heredado de su padre. La pintura de esta etapa se estructura en una geometría de líneas rectas como es el caso de Fuga (1958/59) y el uso en general de un color más contenido. Sus pinturas a partir de la década del sesenta incorporaron dos elementos importantes: la línea curva y los efectos del color. Las elipses y luego las ondas caracterizarán las series más representativas de la artista como “ekho”, “sigua”, “circuito” y “silencio”. A partir de 1968 indagó también en las posibilidades de la pintura más allá del bastidor. Es el caso de la ambientación que realizó en la galería Guernica ese mismo año y la instalación Banda oscilante de 1969 en la galería El Taller, en Buenos Aires. En esta misma década Martorell incursionó en su provincia en el arte textil. En 1965 emprendió, con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, diseños para tapices que fueron realizados en la escuela de manualidades de Cafayate por un grupo de mujeres dirigidas por la señora Serafina Gil de Merino, y que involucró la presencia activa de la artista en el lugar. Este proyecto refleja su vinculación con la tradición americana del noroeste argentino y la actualización de la misma a través del trabajo conjunto con los artesanos de Salta. Su interés estuvo en relación no sólo con el contexto de época –el arte textil tuvo un auge internacional en la década de 1960– sino también con su condición de mujer y artista salteña. María Martorell vivió gran parte de su vida en una provincia en la cual el legado de las manifestaciones prehispánicas estuvo siempre presente y, en gran medida, asociado al trabajo femenino en el campo de la artesanía: “[…] yo me siento perteneciendo a Salta y peleando por Salta toda la vida” afirmaba la artista. Esta sensibilidad hacia la cultura local convergió

1. “A María Martorell- En su 2º viaje a Europa” (extracto), manuscrito firmado por Manuel J. Castilla, Juan José Coll, entre otros, Salta, 14 de julio de 1954. 2. Anselmo Ballesteros, en Atlántida, s/f, p. 42. 3. Gregorio Caro Figueroa, entrevista a la artista: “Universalidad de María Martorell, la finesa de una mujer, la excelencia de su pintura”, El Tribuno, Salta, 21 de mayo de 2000. 4. Ibídem. 5. Manuscrito de la artista, archivo Martorell 6. Susana Pereyra Iraola, “El arte suele ser muy egoísta”, La Nación, Buenos Airess, s/f.


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7. En 1981, la colección de arte se traslada a una nueva sede y se convierte en Museo Provincial de Bellas Artes. 8. Artista nacido y formado en Italia, llega a Salta en 1899. En 1908 abre una escuela particular de dibujo artístico que cierra años más tarde. Como pintor se abocó principalmente a la pintura histórica y realizó murales en iglesias de Salta y Tucumán. 9. Luna de la Cruz, Salta 19301960. Un relato de pintores, rupturas e identidades, Salta, ed. de la Galería Fedro, 2011. 10. Carlos Luis “Pajita” García Bes fue creador de la Escuela Provincial de Bellas Artes “Tomás Cabrera” en 1950, director de Cultura de Salta, delegado por Salta de la Academia Nacional

con su conocimiento de la historia del textil europeo y, en especial, de las innovaciones que aportaron las vanguardias del siglo XX en Europa. Es en este “espacio textil” donde Martorell puso de manifiesto la búsqueda de una imagen en la que conviviera la tradición y la innovación, y lo consiguió. El aporte lo manifiesta la propia artista cuando afirma en una entrevista: “[...] los artesanos utilizan formas prehispánicas. Yo hago otra cosa: intento enriquecer el diseño”.6 Su trabajo con tapices continuó décadas más tarde con la Asociación de artesanos y productores “San Pedro Nolasco de los Molinos”, en los valles calchaquíes, bajo la dirección de la señora Mercedes Puló. Esta temprana inclinación por el tapiz en la década del sesenta –que llevó adelante de forma paralela a la pintura– permitió a Martorell definir progresivamente las posibilidades formales que le brindaba la especificidad de cada medio. Podría decirse que el trabajo con diseños textiles incidió en decisiones plásticas que se vieron reflejadas en su larga trayectoria como pintora.

de Bellas Artes, y asesor de ferias artesanales, entre otras actividades de gestión. 11. Ese mismo año, en 1942, el diario El Intransigente publicó la visita a Salta de Antonio Berni procedente de Bolivia, luego de haber visitado Perú y Colombia. Coincidentemente, también Berni incursionó en la década del sesenta en el tapiz y mostró su obra en 1968, junto a María Martorell, entre otros artistas, en la Exposición argentina del tapiz moderno, en la galería Ática de Buenos Aires.

El descubrimiento de las formas La vocación de María Martorell se reveló en un momento en que el medio artístico de Salta consolidaba sus primeras instituciones de arte y acogía la llegada a la ciudad de artistas que producirían un cambio decisivo en la plástica local. En 1930 se inauguró en Salta el Museo Colonial, Histórico y de Bellas Artes7 dirigido por el Ingeniero Rafael Sosa, ministro de gobierno y presidente honorario de la Asociación Amigos del Arte. El mismo Sosa promovió también en 1928 la creación de la Escuela de Dibujo y Pintura dirigida por Aristene Papi.8 En esa década, y en estrecha relación con las instituciones mencionadas, la Asociación Estímulo al Arte, grupo formado fundamentalmente por mujeres de la sociedad salteña, tuvo como objetivo fomentar actividades artísticas como fue el caso del concurso de pintura que se realizó en Salta en 1930, cuyo primer premio fue otorgado a Guillermo Usandivaras con la obra El celador de las cumbres. La misma reflejaba en gran medida los intereses estilísticos y temáticos de un grupo representativo de artistas salteños de la época, asociados a un costumbrismo de tipo rural. Estas instituciones sufrieron durante los años

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treinta las consecuencias de la situación política del país, como el caso del Museo que inaugurado el 9 de julio se vio afectado pocos meses después por el golpe de estado del general Félix Uriburu, y que conllevaría el alejamiento del ingeniero Rafael Sosa del gobierno. Fue en esta década también que regresó a Salta el artista José Casto –formado en Córdoba–, quien tuvo un rol activo hacia fines de los años treinta en la gestión cultural y la crítica de arte a través del diario El Intransigente. Entre las actividades que organizó junto a la Asociación Amigos del Arte se cuentan muestras de artistas de Buenos Aires, Tucumán y Salta, y conferencias de artistas porteños en la ciudad, a los que además entrevistó.9 Poco después, los años cuarenta fueron un punto de inflexión en el ambiente cultural con la llegada de artistas que buscaban nuevos temas en la cultura americana, puntualmente del noroeste argentino, y que tenían un conocimiento cabal de las propuestas de la modernidad a nivel nacional e internacional. En 1942, luego de formarse en Buenos Aires, regresó a Salta Carlos Luis García Bes, artista que marcó un camino no solo en el ámbito institucional10 sino también en la renovación paulatina del arte local. A través de los años su obra se orientó al arte textil e incorporó contenidos que evocaban los mitos y leyendas de las culturas del NOA. Así, en la década del sesenta García Bes ya se encuentra entre los artistas precursores del arte textil en la Argentina; de esta época data el tapiz de grandes dimensiones realizado por él con diseños abstractos de María Martorell.11 García Bes frecuentó el taller de Ernesto Scotti que pronto se convirtió en un espacio cultural frecuentado por una generación de artistas que marcaron sensiblemente la escena artística de Salta. Scotti, en su faceta de docente, dictó también en forma regular una cátedra de pintura organizada por la Asociación Amigos del Arte que se impartió en la escuela que dependía de esta entidad, dirigida por el artista José Casto, y que fue en ese momento una instancia de formación significativa para la ciudad. Un grupo de artistas llevaron las nuevas inquietudes de la época a su máxima expresión con su llegada a Salta: Gertrudis Chale, Carybé,


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Luis Preti y Raúl Brié. El grupo compartió la pasión por descubrir la vida cotidiana de diferentes comunidades locales y los paisajes del norte argentino. Lugares como Chicoana, Calilegua, Tartagal, y también algunos viajes por Bolivia, marcaron fuertemente la vida y la obra de estos artistas que años más tarde, a excepción de Preti, partieron de Salta. En este contexto renovador, en 1945 se publicó Ángulo, boletín de literatura, música y pintura dirigido por Manuel J. Castilla, Carlos Luis García Bes y Raúl Brié. En el primer número enunciaba: ”Ángulo, sencilla pero no humildemente, trasunta la inquietud del artista nuevo […] Ángulo combatirá lo fácil, lo intrascendente, y lo pintoresco dentro del campo artístico”.12 Fue en esos años de cambios que Martorell comenzó sus clases con Scotti; pero sus inicios no fueron fáciles ya que todo era nuevo para ella, inclusive lo que para otros era completamente natural, por ejemplo, trabajar con modelo vivo. En la pintura de sus comienzos se ve la clara influencia figurativa de su maestro, que continuó hasta los primeros años de la década del cincuenta cuando comienza sus viajes de formación. Este periodo figurativo de Martorell tuvo reconocimiento local, y un indicio de esto es el Primer Premio que le otorga el Salón Anual de Pintura de la provincia de Salta13 en 1949, en el que se encontraban como jurado Lino E. Spilimbergo y Carlos L. García Bes. Los paisajes de Salta fueron una fuente permanente de inspiración en estas primeras obras y como se deduce del premio obtenido, la pintura respondía también a las expectativas del medio artístico local. La presencia de Spilimbergo en Salta denota también los vínculos regionales, en este caso con la provincia de Tucumán y los procesos de cambios de orden universitario que estaban sucediendo allí. A partir de 1946, con la gestión del interventor de la Universidad Nacional de Tucumán, Horacio Descole, comienza un proyecto de consolidación de una universidad integral que se proyectaba a Salta, Jujuy y Santiago del Estero con una amplia oferta de formación técnica y profesional. En este marco se creó en 1948 el Instituto Superior de Artes que contó con docentes de la talla de Spilimbergo, Rebuffo y Pompeyo Audivert. Asimismo fue la

época de oro del Instituto de Arquitectura y Urbanismo en el cual Eduardo Sacriste, entre otros arquitectos de gran nivel, impartieron una formación académica en concordancia con las nuevas propuestas internacionales como las de Le Corbusier y Mies van der Rohe. En dicho Instituto se formó Eduardo Larrán quien introdujo en Salta la arquitectura moderna internacional con una notable comprensión del sitio: el clima, el terreno, el uso de los materiales propios de la región, y la integración con el arte, fueron las bases de su arquitectura que anclaba en lo local a través de un lenguaje universal. Estos intereses que coincidieron en esencia con los de Martorell se plasmaron en el respeto que ambos tenían por sus obras, y que se materializó más tarde en el diseño de dos viviendas que realizara este arquitecto para la familia de la pintora. Luego de la partida de Scotti en el año 1946, y debido a sus regulares viajes a Buenos Aires, Martorell comenzó a tomar contacto con las nuevas corrientes artísticas abstractas argentinas, que si bien produjeron una reflexión en ella, admitirá más tarde que no fue hasta que descubrió su propio camino que tuvo una cabal comprensión de las mismas. En 1953 continúa interesada en el paisaje como lo demuestra en su producción española, pero ya allí aparece una indagación progresiva en las formas básicas, una incipiente geometrización. De esta época datan también unas tintas de pequeño formato que denomina Paisajes y en las que la artista indaga en una imagen puramente abstracta. Como ella señaló: “Nunca se deja del todo de ser lo que se ha sido, lo que se es”;14 y efectivamente sus obras llevan en si mismas referencias a la naturaleza de Salta que tanto amó, y también sus nuevas inquietudes sobre la geometría y el color. La trama de una historia americana Como señalara anteriormente, en la década de 1960 se produjo en Argentina una renovación del arte textil que trajo aparejada nuevas propuestas formales, y en muchos casos, la incorporación de materiales no tradicionales. A nivel internacional la creación del CITAM –Centro Internacional de la Tapicería Antigua y Moderna– funcionó como un lugar de innovación e impulsó a partir de 1963 la realización de la

12. Luna de la Cruz, op cit. 13. La obra premiada se titula Tres árboles, un óleo sobre tela de 50 x 60 cm que pertenece a la colección del Museo de Bellas Artes de Salta. 14. Gregorio Caro Figueroa, op cit.


Entre tradición e inovación

15. La exposición La tapicería francesa de la Edad Media a nuestros días fue organizada en París en el Museo de Arte Moderno en 1946, y luego en Ámsterdam, Bruselas y Londres en 1947. En 1954 Lurçat realiza uno de sus tapices más importantes: Homenaje a los muertos de la Resistencia y la Deportación, de 4 x 12 mts, destinado al Museo de Arte Moderno de París. 16. En Arte textil argentino hoy, introd. histórica de Rosa Faccaro, Buenos Aires, 1986. 17. Ibídem. 18. En “Los tapices de María Martorell”, Esquiú, Buenos Aires, 3 de diciembre de 1967. 19. En “Diálogo en la intimidad del atelier con María Martorell”, Decoralia, Buenos Aires, 1968. 20. En “Un arte evocador de unicornios y apocalipsis y una ferviente cultura”, El Tribuno, Salta, 12 de marzo de 1967.

Bienal de Lausanne (Suiza), que contribuyó a dar visibilidad e impulso al tapiz moderno. Antes, Jean Lurçat –presidente del CITAM en los años sesenta– había marcado un camino con sus innovaciones en el arte textil a partir de las primeras décadas del siglo XX. En 1945 había presidido la Asociación de Pintores Cartoneros de la Tapicería (APCT), institución que fue punto de partida para grandes exposiciones en las que el tapiz se incorporó en el circuito de los grandes museos.15 Un antecedente importante en los años treinta fue el trabajo de la artista Anni Albers quien estudió en el taller de la Bauhaus la estructura de los tejidos andinos, y que continuó años más tarde inspirada en sus reiterados viajes a México y Latinoamérica, junto a su esposo Josef Albers. En 1965 publicó el libro Sobre el tejido y lo dedicó a quienes consideraba sus grandes maestras, las tejedoras del antiguo Perú. En el prólogo al catálogo del Primer Salón Municipal de Tapices, Adolfo Luis Ribera afirma que Buenos Aires ve por primera vez un conjunto valioso de piezas contemporáneas en 1951. Francia había enviado para la ocasión paños tejidos de los talleres tradicionales de Aubusson y la Manufactura Nacional de Gobelinos, con tapices de Lurçat, Gromaire, Dufy, Braque, Matisse, Miró, Picasso y Roualt.16 Unos años después, en Argentina, Gracia Cutuli y Jacques Mergherian crearon en 1964 el taller El Sol, que tenía como objetivo promover el arte textil en estrecha relación con artistas y artesanos. Más tarde abrieron la galería El Sol por la que pasaron reconocidos artistas contemporáneos como Carlos Alonso y Héctor Basaldúa, entre muchos otros. Hacia mediados de los años sesenta María Martorell se abocó a la elaboración de cartones para tapices que fueron realizados en Cafayate con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes, cuyo presidente era el Dr. Augusto Cortázar, uno de los más reconocidos especialistas de folklore de nuestro país. Allí formó un taller de investigación y diseño con participación de las mujeres de la Escuela de Manualidades de Cafayate.17 Este proyecto tuvo como premisa para la artista la renovación de los diseños utilizados hasta ese momento en el lugar, pero al mismo tiempo su deseo fue el de crear un taller con un

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sentido social: “Trato de concebir, fuera del tejido de ponchos, chalinas, etc., y a otro nivel, por cierto, un medio de vida que ha interesado mucho a la gente”, afirmaba en 1967.18 Así, en Cafayate trabajó con telares criollos animada por su conocimiento de la tradición precolombina y europea. Durante su estancia en Europa, y fundamentalmente debido a sus estudios en París, descubrió las innovaciones que las vanguardias artísticas habían realizado en el arte textil; es el caso de artistas como Lurçat, Le Corbusier, Picasso, Vasarely, Sonia Delaunay, entre otros. Por ejemplo, de Le Corbusier le interesó el concepto del tapiz como “mural nómade” y su relación con la arquitectura moderna. La inclinación de la artista hacia el arte textil estuvo en estrecha relación con la familiaridad que tenía con las artesanías y los tejidos de Salta, lugar en el que vivió casi la mitad de su vida. Pero también la alentaron las sugerencias del profesor Juan Carlos Poletti en los primeros años sesenta, quien le señaló la relación de las pinturas con los motivos prehispánicos. Además la crítica había marcado también las reminiscencias americanas en su obra, como en el caso de la muestra del año 1956 en París o la de Nueva York, en 1961. El trabajo con las mujeres de Cafayate se materializó en dos exposiciones, la primera en Salta en el año 1966 en la galería Crivelli, y la segunda en la galería El Sol de Buenos Aires, al año siguiente. Allí expuso tapices como Vixit, Diaguita, Viento blanco y Sombras de pájaros en las montañas, entre otros. El Fondo Nacional de las Artes adquirió en ese entonces el tapiz Trapecios, pieza que la artista consideraba una de las más logradas de ese momento. El poeta salteño Manuel J. Castilla escribió al ver estos tapices que Martorell soñaba que tanta artesanía no podía languidecer, que lo que había sido “guarda tierna”, “color del alma” en las ollas de los calchaquíes, podía pasar, más vivo todavía, de frazadas y puyos a los tapices diseñados por ella.19 Ese mismo año la artista disertó en Salta sobre “La tapicería, sus orígenes y su auge actual” en la sala de conferencias de Radio Nacional.20 Allí demostró su conocimiento y estudio de la historia del arte textil y sus posibilidades de expresión contemporánea en el circuito del arte. En 1968 colaboró en la organización de la Primera


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exposición representativa de artesanías argentinas realizada por el Fondo Nacional de las Artes y en el marco de ella impartió una charla sobre “Artesanía folklórica y tapices”. En ese momento María Martorell se encontraba ya entre los artistas más importantes del país que incursionaban en el textil, como se comprueba en su participación en la Exposición argentina del tapiz moderno en la galería Ática junto a Antonio Berni, Joan Wall, Tana Sach y Víctor Chab, entre otros. Ese mismo año un tapiz de su autoría fue incluido en el libro Artesanías en el mundo moderno, publicado en Nueva York, y en el que participó junto a otros tres artistas argentinos: Gracia Cutuli, Joan Wall y Perla de Bardin. Puede decirse que Martorell fue una de las pioneras de la expresión americanista desde el tapiz junto a Carlos L. García Bes y Gracia Cutuli.21 Sus tapices poseen un carácter moderno inspirado en la tradición americana que ella distinguió de manera terminante de su pintura, con una notable comprensión de la especificidad de cada medio. En la década de 1990 Martorell retoma el proyecto de los tapices, esta vez con lanas artesanales hiladas a mano y teñidas con tintes naturales, con una gran riqueza de texturas y de grandes dimensiones, algunos de ellos de hasta tres metros. En esta segunda etapa de incursión en el tapiz trabajó con la Asociación de artesanos y productores “San Pedro Nolasco de los Molinos”22 con quienes expuso en el Museo Enrique Larreta de Buenos Aires en 1992. Al año siguiente realizó otra exposición de estos tapices en el Museo Provincial de Bellas Artes de Salta, en el marco del XVII Abril Cultural Salteño. Este momento denota un reconocimiento del arte textil en Argentina debido a su creciente incorporación en el circuito de los museos. Ya en 1976 la Fundación Lorenzutti había organizado la exposición Panorama del tapiz argentino, que itineró por tres museos y de la cual formó parte Martorell con dos tapices. Al respecto, la artista señalaba en una entrevista: “En nuestro siglo ocurre un despertar de la conciencia americana. La tajante distinción entre arte culto y arte popular se va diluyendo. El arte es uno solo; es o no es arte, nada más”.23 María Martorell tuvo el firme propósito de crear en el textil “una imagen que sin ser folklórica

represente un lugar”,24 de este modo los diseños realizados por la artista manifiestan referencias al legado de los pueblos prehispánicos. Un ejemplo de ello es su tapiz Vixit en el que representa, con un alto grado de geometrización, un pájaro blanco y negro. El mismo parece remitir al Allqamari, un ave que manifiesta en su plumaje la edad que posee. En su juventud y vejez sus colores son de color castaño, mientras que el pájaro adulto posee una combinación binaria de plumas de colores blancas y negras, y es esta etapa de adultez la que se considera de buen augurio. Como señala la investigadora Verónica Cereceda, cuando el Allqamari es avistado

21. Ruth Corcuera, “Arte prehispánico: creación, desarrollo y persistencia en el arte textil”, en Temas, Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 2000. 22. La Asociación nuclea a los artesanos, pequeños productores agrícola-ganaderos nativos de Molinos, en la provincia de Salta. Surgió en 1984 en Molinos, pueblo ubicado en los antiguos territorios de la cultura diaguitacalchaquí. 23. En “Maria Martorell, una manera de ver el mundo”, Qué

“[…] a su paso recibe alegría o temor del hombre de los andes bolivianos porque constituye una suerte de condensación plástica de todos los valores que aparecen en los tejidos y que corresponden al amor, a la alegría, a la vida, a la muerte, a la luz, a la sombra”25

hacemos, Buenos Aires, 1992. 24. Ibídem. 25. Ruth Corchera, op cit. 26. César Paternosto, “La conexión Norte/Sur: una abstracción de América”, Temas, Academia Nacional de Bellas

Otros tapices de Martorell son de corte netamente geométrico como Cafayate o Paray. La propuesta formal de estos diseños nos remite a la tradición del tejido andino en el que la imagen se caracteriza por no tener límite, esto es, una imagen que se proyecta al infinito. Como expresa César Paternosto, el paradigma textil, es decir, la matriz geométrica ortogonal inherente a la estructura del tejido opera como una construcción para conceptualizar el espacio, dándole forma, división, dirección y unidad, y también como una semántica visual.26 Este ordenamiento de las formas que se plantea sin límites, característica del textil andino, será también una preocupación compositiva de la pintura de Martorell. El camino de la geometría sensible Es indudable que este interés temprano de Martorell por el tapiz tuvo repercusiones en su pintura, es decir, que a la vez que indagaba en la renovación de estos diseños tradicionales, la obra pictórica iba paulatinamente distanciándose de ciertas reminiscencias formales de los motivos prehispánicos. Así fue orientándose hacia una abstracción geométrica en la cual la línea ondulante se convirtió en un elemento clave que

Artes, Buenos Aires, 2000.


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27. Guillermo Whitelow, María Martorell, Buenos Aires, ed. Gaglianone, 1990. 28 Josef Albers fue artista, docente y teórico. Entre sus viajes por Latinoamérica, enseñó en 1953 en el Departamento de Arquitectura de la Universidad Católica de Santiago de Chile y en el Instituto de Tecnología de Lima, Perú. 29 César Paternosto, op. cit. 30 Gregorio Caro Figueroa, op. cit.

Andrea Elías Licenciada en Artes, UNT. Investigadora del CIUNT (2001-2005). Docente de la Universidad Católica de Salta (2001-20014). Especialista en Creación audiovisual digital, Universidad Paul Valéry, Francia. Jefa de Acción cultural de Museo de Bellas Artes de Salta (200820011). Curadora independiente. Miembro de la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Actualmente es Directora del Museo de Bellas Artes de Salta.

prevaleció junto a su interés por la exploración del color. Hacia fines de los años sesenta los nombres de sus pinturas dan indicio de un creciente interés por temas de orden más universal que denotan una relación con la geometría, pero también con la música, la naturaleza y la espiritualidad. Si bien muchos nombres de las obras aluden a sus preocupaciones formales como Composición, Simetría, Tangente, Centro de tensión, o En el círculo, existen otras cuyas denominaciones remiten a una diversidad de ideas, como es el caso de Antar (1966), obra que marca el paso en su pintura hacia las líneas curvas y los planos de color. Este nombre refiere a un poema sinfónico de Rimsky Korsakov que trata sobre un poeta árabe del siglo VI.27 En Zégel (1975) Martorell parece aludir al género poético de la poesía mozárabe que se desarrolló en forma de canción en Al-Ándalus; y en otras obras como Basskara (1972) al matemático y astrónomo indio del siglo XII que representó el más alto grado de conocimiento de ese siglo. Uno de sus principales trabajos fue Lilavati, un tratado sobre aritmética, cuyo nombre usó la artista en una pintura del año 1971. Su obra Amateratsu (1971) alude a la diosa del sol en el sintoísmo japonés, y Sunya (1974) a un concepto del budismo que expresa la calidad de lo vacío. A principio de los noventa y luego de su gran muestra retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, realiza una serie de pinturas que denominó “homenaje a Albers”. En ese momento la artista dirigió su pintura hacia una creciente simplificación de las formas en las que el cuadrado tendría un marcado protagonismo. Su homenaje pictórico a Josef Albers28 alude de forma evidente a su serie “homenaje al cuadrado” de comienzos de la década de 1950. Pero sin duda, este homenaje a Albers condensa además una serie de referencias a la trayectoria de un artista que encontró en las culturas prehispánicas una influencia determinante para su pintura. Josef y Anni Albers, emigraron a los Estados Unidos luego del cierre de la Bauhaus por el régimen nazi, y en 1935 realizaron el primero de sus catorce viajes a México, lugar donde Albers descubrió las culturas prehispánicas y la fascinación por su arquitectura. En 1947 comienza una serie de pinturas abstractas a las

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que denomina “Variante/Adobe” que evoca la arquitectura doméstica de México. Los títulos de estas obras manifiestan de cierto modo el origen de la abstracción geométrica de Albers que se encuentra ligado más a una geometría americana que a una netamente europea. Obras como Mexican, Tenayuca, To Mitla, o Tierra verde, son también algunos ejemplos. Albers fue un referente para artistas latinoamericanos y estadounidenses que orientaron su obra hacia una abstracción con vínculos profundos en el pasado prehispánico. Cabe destacar que, en otra dirección, también lo fue la obra de Joaquín Torres García. En Argentina la pintura de Alejandro Puente evidenció la influencia de los textiles, en especial los mantos plumarios, e incorporó en ella en muchos casos una diversidad de materiales como plumas, cuerdas, madera, etc. Más tarde realizó algunas obras como Huicha (1999) y la serie “de los ponchos” (1991) en las que evoca en el plano de la pintura una abstracción geométrica de origen manifiestamente americano. Las primeras obras de César Paternosto estuvieron inspiradas en los motivos de la cerámica Aguada y Santa María, y más tarde también en el tejido y las estructuras líticas. A partir de 1963 comenzó con una abstracción geométrica que llevó hacia fines de los años setenta a una radicalización extrema, pero que refleja aun su sensibilidad por el legado de las culturas de la América antigua.29 La serie de Martorell “homenaje a Albers”, marca una etapa que se encaminó hacia una economía de recursos y que reunió de forma gradual los elementos compositivos básicos utilizados durante décadas en su pintura. Una geometría simplificada que expresó en las últimas obras una síntesis de sus decisiones plásticas en las que unió tradición e innovación. La obra pictórica de Martorell recorre el camino de la abstracción geométrica argentina de un modo original: es una geometría que expresa un orden sensible y remite a una impronta americana. La rigurosidad de sus planteos compositivos geométricos y su concepción de la pintura como un modo de comprender el mundo, hacen de ella una obra siempre actualizada que expande de forma permanente el modo de percibirla. Como señalaba la artista: “yo quiero abarcar todas las fronteras, todos los límites”.30



ApĂŠndice


MarĂ­a Martorell en su taller de Buenos Aires, 1970.


Cronología artística

1940–1950 María Vidal de Martorell nació el 18 de enero de 1909 en Salta. Su infancia transcurrió entre la ciudad y la villa serrana de San Lorenzo. A los 5 años comenzó a dibujar con carbonilla mientras estudiaba –durante dos años– en el Colegio de Jesús. Luego pasó al Colegio Nuestra Señora del Huerto, en donde terminó la escuela primaria y tomó clases de dibujo basadas principalmente en el copiado. Los estudios secundarios los cursó en la Escuela Normal. Se casó con Ricardo Martorell en 1929 y tuvo dos hijos: Víctor y Ricardo. En 1942, a los 33 años, María Martorell, incentivada por su esposo, comenzó a tomar lecciones con el pintor y escenógrafo Ernesto Scotti (Buenos Aires, 1901–1957) quien, recién llegado a la ciudad, había instalado su taller frente a la casa de la familia. Asistió a estas clases hasta 1946, año en que Scotti se fue de Salta. Sus primeras obras son figurativas y se extienden entre 1944 y 1953: paisajes de San Lorenzo y sus alrededores, retratos y naturalezas muertas. Desde mediados de la década del cuarenta viajó asiduamente a Buenos Aires y se relacionó con los artistas de los grupos Arte Concreto–Invención y Madí. Los sábados concurría a las charlas que dictaba el crítico de arte Jorge Romero Brest. A partir de 1948 comenzó a recibir la revista Ver y Estimar en Salta. En 1946 expuso en el Salón Nacional y, en 1949, recibió el Primer Premio en el Primer Salón Anual de Pintura de Salta, por el óleo Tres Árboles (1948), actualmente en la colección del Museo Provincial de Bellas Artes de Salta. Lino Enea Spilimbergo actuó como jurado entonces. Ese mismo año recibió el Primer Premio del Salón Amigos del Arte. En el ambiente artístico de los años cuarenta en Buenos Aires, crecía con fuerza la importancia de la abstracción. Nacía una vanguardia que se nutría, entre otras fuentes, de la difusión del libro Universalismo Constructivo de Joaquín Torres García, publicado en 1944. En el mismo año aparecía el único número de Arturo. Revista de artes abstractas, que inició el arte abstracto y concreto en la Argentina de la mano de los artistas Carmelo Arden Quin, Gyula Kosice, Lidy Prati, Tomás Maldonado, Rhod Rothfuss y el poeta Edgard Bayley. Los editores de Arturo pronto divergen en sus programas estéticos y, en 1945, Tomás Maldonado, Lidy Prati y Edgar Bayley fundaron la Asociación Arte Concreto–Invención. El arte concreto pugnaba por la abolición de toda


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referencia naturalista. “Concretas”, eran las formas puras de la plástica, las geométricas que tienen existencia por sí mismas. Eliminar la representación y la metáfora era parte del programa del arte concreto. Asimismo, en 1946 Carmelo Arden Quin, Gyula Kosice y Rhod Rothfuss crearon el grupo Madí. En ese año se difundieron los manifiestos de ambas agrupaciones y además, Lucio Fontana (1899–1968) –artista ítalo– argentino que residía temporariamente en Buenos Aires y dictaba clases en la Escuela Libre de Artes Plásticas Altamira–, dio a conocer el Manifiesto Blanco, su visión de la abstracción. En 1947, Raúl Lozza (1911–2008) se separó del grupo concreto y fundó el movimiento llamado Perceptismo, cuyas obras se caracterizan por la desaparición del plano pictórico de soporte y su reemplazo por el muro arquitectónico. Mientras los artistas concretos impulsan un arte racional, no figurativo y de una estética científica que apela a la ruptura de la forma del marco perimetral, los madí proponen obras lúdicas, evitan la forma del cuadro tradicional y priorizan los planos articulados y el “movimiento lineal, rotativo y de traslación”. En 1948 los artistas nucleados en torno a los grupos Madí y Concreto son invitados al III Salon des Réalités Nouvelles (Salón de Nuevas Realidades) en el Musée d’Art Moderne, Palais de Beaux Arts de la Ville de Paris. El mismo año Jorge Romero Brest, fundó la revista Ver y Estimar, publicación que apoyó el arte moderno, particularmente a la abstracción. 1950–1960 En 1952 Martorell se radicó en Madrid. A fines de 1953 viajó por Europa (España, Italia, Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra y Suiza) y, en 1954 decidió quedarse en París, para regresar a Buenos Aires en 1956. En Madrid asistió al taller libre de la Asociación de Bellas Artes y al Museo de la Academia de San Fernando para copiar obras famosas. Bocetó algunos paisajes de su estadía en Castilla y Cataluña que luego realizó en Salta, al óleo. La composición de estas obras evidencia las influencias del constructivismo de De Stijl. Es esta una etapa de transición donde los objetos (casas y montañas) tienden a la geometrización. Del mismo año son unas tintas con elementos abstractos y rasgos propios de la pintura sumi–é japonesa, aunque también las denomina paisajes. Guillermo Whitelow señaló que en Ámsterdam, Martorell pudo valorar

directamente obras de Mondrian que le generaron una gran conmoción al punto de declarar al verlas: “Comprendí”. Mondrian se tornó así un maestro a seguir. En 1952, el crítico Aldo Pellegrini reunió al grupo Artistas Modernos de la Argentina, integrado por Maldonado, Prati, Hlito, Iommi y Girola junto a artistas más jóvenes como Miguel Ocampo, José Fernández Muro y Sarah Grilo. Estos últimos se apartaban de la ortodoxia concreta para acercarse a la abstracción libre. En 1950 Martorell ya había participado en el Salón Nacional y en 1953 realizó dos exposiciones individuales en la galería Buchholz en Madrid –donde muestra varios paisajes de Salta–, y en la galería Arte Nuevo en Barcelona. En 1954, durante su residencia en París, asistió al curso de Sociología del arte dictado por el profesor Pierre Francastel en la École Practique des Hautes Études de la Sorbona, y a las clases de Paul Rivet. El gobierno de Francia le otorgó la Carte Patronée (beca) que se extendió hasta 1956. En París, se vinculó a la galería de Denise René que desde 1944 impulsaba la abstracción y, fundamentalmente, a las obras de carácter óptico y cinético. Allí conoció a artistas como el belga Georges Vantongerloo (1886–1965), el franco–húngaro Victor Vasarely (1906–1997) y el venezolano Jesús Soto (1923– 2005). También participó de la bohemia que agrupaba a músicos y poetas argentinos como Leda Valladares y María Elena Walsh. De 1955 es la serie de gouaches, basada en imágenes inspiradas en el subte de París. Estas obras son de marcada tendencia geométrica con influencia de la pintura de Wassily Kandinsky. En 1956 inició la serie “composiciones”, en donde puede observarse la influencia recibida por las nuevas tendencias de la abstracción predominantes en ese momento en Europa. Asimismo, en 1958 inició una serie que podría denominarse “de los óvalos”, que llega hasta principios de 1960. En estas figuras asoman ciertos indicios de las “elipses” que realizará a partir de 1962. Durante los años cincuenta pasa períodos en Buenos Aires, donde conoce y frecuenta a los artistas del arte concreto. En este periodo realiza exposiciones en Buenos Aires, Europa y América Latina. En 1955 expuso en varios espacios de París: en la Galerie La Rue y en Club des 4 Vents –ambas individuales–, en el Salon des Réalités Nouvelles, y en 26 pintores abstractos, galería Cimaise. Realizó una exposición individual en

1957 en la galería Antígona de Buenos Aires y participó de dos exposiciones colectivas: Pintura de Hoy, Palacio de Bellas Artes, La Habana, y Pintura Abstracta Contemporánea, galería Cruz del Sur, Caracas. En los años cincuenta parte de los artistas iniciadores del arte concreto residían en París. Es el caso de Arden Quin y Kosice que difunden la estética madí en Francia y toman contacto con otros artistas internacionales. En Buenos Aires, Tomás Maldonado funda la revista nueva visión (1951–1957), que se convierte en un referente del arte geométrico, la arquitectura y el diseño moderno. La revista introdujo la obra de artista europeos muy influyentes en el medio argentino como Max Bill, Van Doesburg, y Vantongerloo, entre otros. En abril de 1954 se fundó la Asociación Ver y Estimar, un espacio para el estudio y la difusión del arte moderno. Entre 1960 y 1968 la asociación impulsó el Premio de Honor Ver y Estimar, vidriera para la consagración y las polémicas del nuevo arte. En 1955, en Buenos Aires, Julio Le Parc comenzó sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes “Ernesto de la Cárcova” y se involucró con los movimientos estudiantiles que promovían el cambio de planes de estudio y una mayor participación de artistas jóvenes en la institución. Luego del derrocamiento de Perón en 1955, las instituciones renovaron sus autoridades. La dirección del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) quedó a cargo de Jorge Romero Brest, figura ampliamente influyente en el medio. En el contexto de la política económica del desarrollismo, el crítico propuso un intenso programa modernizador que incluyó, por primera vez, exposiciones de arte argentino contemporáneo; una de ellas –Ocho artistas constructivos (1963)–, implicó una amplia legitimación a la obra de Martorell en el ámbito de la abstracción. Por otro lado, la cooperación con instituciones del exterior ayudó a expandir la oferta cultural. Ese mismo año se editó el libro Artistas abstractos de la Argentina (Cercle International d’Art, Paris–Buenos Aires) del crítico y poeta Aldo Pellegrini, un verdadero envión para el arte abstracto. En él los propios artistas plantean sus intenciones dentro de la tendencia abstracta. Entre otras cuestiones, Pellegrini considera a la abstracción como un “punto culminante del arte actual”. En noviembre, Victor Vasarely expone en París Les Éléments de la plastique cinétique (Los elementos de la plástica cinética) en la galería Denise René, y publica el texto De


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l’invention à la re–création (De la invención a la re–creación). Carmelo Arden Quin y Aldo Pellegrini fundan en Buenos Aires la Asociación Arte Nuevo que reúne a artistas abstractos independientes. Participan: Martha Boto, Martín Blaszko, Noemí Gerstein, Juan Melé, Gregorio Vardanega, Aldo Paparella, Martha Peluffo, Carlos Silva, Luis Tomasello, Virgilio Villalba, Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal, entre otros. Se presenta el Primer Salón de la Asociación Arte Nuevo, en la galería Van Riel, con secciones de arquitectura, escultura, fotografía, pintura y grabado. En abril de 1956, como parte de las nuevas instituciones del desarrollismo e inspirado en el modelo neoyorkino, se fundó el Museo de Arte Moderno de la ciudad de Buenos Aires (MAM, actual MAMbA). Por falta de sede propia, sus muestras se realizaron en galerías y museos porteños hasta 1960. En 1957 el Fondo de Cultura Económica publicó por primera vez en español el ensayo de Maurice Merleau–Ponty, Fenomenología de la percepción, original de 1945, en el que se difunde una nueva teoría sobre la percepción, muy influyente para los desarrollos de la geometría de posguerra. El 22 de junio de 1958 se fundó –para homenajear al industrial ítalo–argentino Torcuato Di Tella– el Instituto Torcuato Di Tella (ITDT), que se presentó como una “entidad de bien público sin fines de lucro”. Inició sus actividades en 1960, organizándose a partir de centros de especialización (arte, medicina, ciencias sociales). La finalidad del Instituto era la de estimular el desarrollo artístico y científico. En agosto, el MNBA inauguró una exposición de Victor Vasarely auspiciada por la galería Denise René. Se presentaron 42 obras realizadas por el artista entre 1948 y 1958, pinturas geométricas cuyas formas producen un movimiento ilusorio. La exposición en Buenos Aires fue un éxito de público (en 16 días recorrieron la muestra 180.000 visitantes) y resultó reveladora para muchos artistas jóvenes, quienes pronto acusarían la influencia de la metodología de Vasarely en sus propios trabajos. Paralelamente a la exposición en el MNBA, que venía de la Bienal de San Pablo, la galería Bonino de Buenos Aires, asociada a la galería Denise René, presentó una exposición de obras de artistas internacionales que incluyó a Michel Seuphor, Sophie Taeuber–Arp, Vasarely y Piet Mondrian, entre otros. Julio Le Parc se vinculó con Horacio García Rossi, Hugo Rodolfo Demarco

(1932–1995) y Francisco Sobrino, quienes se interesaron por las investigaciones de Kurt Koffka sobre los fenómenos de la percepción y la Gestalttheorie (Teoría de la forma). El introductor de estos cursos de Psicología de la forma y de la visión –realizados en el Centro de Estudiantes de Artes Plásticas (CEAP) de Buenos Aires–, fue el platense Héctor Cartier, traductor de Koffka. De este modo comenzaron y se desarrollaron las exploraciones visuales del arte óptico y cinético en Buenos Aires. En julio de 1958, Le Parc obtuvo una beca del gobierno francés y viajó a París. Allí tomó contacto con la galerista Denise René. También ese año se editó en Buenos Aires el libro La pintura argentina del siglo XX , donde su autor, Cayetano Córdova Iturburu, incluye al movimiento concreto, al grupo Madí, al Perceptismo, y a “otros pintores no figurativos de orientación racional”. A finales de 1959, en Buenos Aires, Eduardo Mac Entyre y Miguel Ángel Vidal (1928–2009) presentaron el Arte Generativo, denominación propuesta por Ignacio Pirovano, director del Museo de Arte Decorativo y ferviente impulsor de la geometría. Pirovano se había inspirado en la propuesta plástica de Georges Vantorgerloo, a quien conoció en 1950 en Europa, incorporando la obra de este artista de vanguardia a su colección. Martorell expuso en forma individual en la Galería H de Buenos Aires, en 1959. Presentó once obras: Fuga 1, Tiempos, Ritmos, Quipus, Paray, Fuga 2, Llantu, Airampo, Plenitud, Simetría y Dispersión. Como corolario de la serie “composiciones” comenzó a realizar obras de carácter netamente constructivo, periodo que se extenderá entre 1959 y 1961, e incluso se refleja en los diseños para tapices que realizó a partir de ese año. Según Nelly Perazzo, en 1959 se define el concretismo en la obra de María Martorell, y se trata de un periodo que la crítica denomina “de los hexágonos”, como puede observarse en la obra Fuga, de 1958/59. 1960–1970 En 1963 María Martorell fijó su residencia en Buenos Aires. Los sesenta fueron los años más intensos en cuanto a la visibilidad de las obras de María Martorell. Comenzó trabajando en la “serie de las elipses y óvalos”, de la cual Infinito (1960) es un ejemplo. Inició la década con una exposición individual en la Casa de la Cultura, en la ciudad de Salta, y participó de la Exposición

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Internacional de Arte Moderno realizada en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. En 1961 realizó una exposición individual en la Collector’s Gallery de Nueva York, y su primera muestra de tapices en Salta. Entre 1961 y 1968 realizó diseños de cartones para tapices. El año 1962 se dividió entre una exposición individual en la galería Kalá de Buenos Aires y dos participaciones internacionales: Forma y Espacio, en el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile –presentando tres obras entre las que se encontraban Fuga (1959) y Génesis (1955)– y Pintura Argentina, en el River Side Museum de Nueva York. En 1963 fue invitada por Jorge Romero Brest a la exposición Ocho Artistas constructivos, en el MNBA, en Buenos Aires. Romero Brest reunió a Ary Brizzi, Manuel Espinosa, Raúl Lozza, Eduardo Mac Entyre, Eduardo Sabelli, Carlos Silva, Miguel Ángel Vidal y María Martorell; y dio así un impulso al arte contemporáneo. Esta exposición, y la atención que prestó el crítico a la obra de Martorell, propulsaron su carrera en Buenos Aires. La artista presentó ocho obras del periodo 1959–1961: Quipu I, Quipu II, Composición, Tiempo, Fuga, Composición, Composición y Composición. En el mismo año participó de otras dos muestras colectivas: Del Arte Concreto a la Nueva Tendencia, en el MAM de Buenos Aires, y Exposición nº 11, en el Museo Municipal de Artes Visuales de Santa Fe. En 1965 realizó una exposición individual en la galería Guernica de Buenos Aires. Al año siguiente participó en dos muestras colectivas, Exposición G13 (Brizzi, Durante, Espinosa, Heras Velasco, Lezama, Mac Entyre, Martorell, Paternosto, Puente, Sabelli, Silva, Simón y Vidal), en la galería Ronald Lambert, y 11 Pintores Constructivos, en la galería Forum; ambas de Buenos Aires. En 1967 inauguró una exposición individual de tapices ejecutados por artesanos textiles de Cafayate (Salta), en la galería El Sol de Buenos Aires. Presentó seis piezas: Cafayate, Vixit, Fetiche, Viento blanco, Diaguita, Heráldico y Duende. También participó en el Salón Nacional y en la muestra Más allá de la geometría, en el Instituto Di Tella, un consagratorio panorama de la nueva geometría argentina. Comenzó 1968 con una exposición individual en la galería Guernica de Buenos Aires. Recibió el Premio Jockey Club del Salón Nacional y participó de cuatro exposiciones colectivas que marcaron la legitimación de la geometría en la época: Nueva abstracción/


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Nueva figuración, en la galería Van Riel; Exposición argentina del tapiz moderno, en la galería Ática; La década del ’60 en la Sociedad Hebraica Argentina; y Artistas de vanguardia, París–Buenos Aires, en el Instituto Di Tella. En 1969 termina la década presentando dos exposiciones individuales en Buenos Aires: una en la galería El Taller de Buenos Aires, en la que exhibió Banda oscilante, una instalación de sitio específico ambientada con luz negra; y otra en el International Art Center. También participó en cinco muestras colectivas: Espacio y vibración, exposición itinerante que recorría varias ciudades de América y Europa, organizada por la dirección cultural del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación; Salón Ítalo en el Concejo Deliberante de Buenos Aires; Seis Pintores Geométricos, en la galería Integra de Buenos Aires; Panorama de la Pintura III de la Fundación Lorenzutti; y el Gran Premio Municipal en el Festival de las Artes de Tandil (provincia de Buenos Aires), con la obra Atalía (c. 1968/69). En Buenos Aires, en 1960, Miguel Ángel Vidal y Eduardo Mac Entyre firman el manifiesto “Arte Generativo”, que dan a conocer en su muestra en la galería Peuser de Buenos Aires. Allí expresan que sus diseños “parten de un punto y de la recta para generar el movimiento, haciéndolos girar, vibrar, desplazarse, dándoles vida proyectiva”. En la década del setenta, Martorell forma parte de los desarrollos del arte generativo en exposiciones compartidas con sus fundadores y otros artistas geométricos. En el contexto de los festejos del sesquicentenario de la Revolución de Mayo, el MAM inaugura su sede en el moderno edificio del Teatro General San Martín, con la Primera exposición internacional de arte moderno Argentina 1960. Del mismo año, la exposición 150 años de arte argentino, en el MNBA, abarcó el periodo 1810–1960 e incluyó una sección dedicada a los últimos diez años del arte argentino. Se realiza la primera edición del Premio de Honor Ver y Estimar en la galería Van Riel, de la que participan entre otros Eduardo Mac Entyre, Raúl Lozza y Rogelio Polesello. El galardón será una de las plataformas de lanzamiento para los artistas jóvenes. En 1961 los artistas argentinos Francisco García Miranda, Horacio García Rossi, Julio Le Parc, Francisco Sobrino, Hugo Demarco, Sergio Moyano Servanes y los franceses, François Molnar, François Morellet, Yvaral y Jöel Stein forman el Groupe de Recherche d’Art Visuel (GRAV), activo colectivo de artistas

cinéticos. Publican el texto Propositions sur le mouvement (Proposiciones sobre el movimiento). Exponen como GRAV por primera vez en la galería Denise René. Deciden dejar la pintura para experimentar con la luz artificial. En la inauguración de la 2ª Bienal de París, del 29 de septiembre, el GRAV entrega el panfleto Assez de mystifications (Basta de mistificaciones) donde el grupo sostiene que “la obra estable, única, definitiva, irremplazable, va en contra de la evolución de nuestra época”, y que “debe cesar la producción exclusiva para: el ojo culto, el ojo sensible, el ojo intelectual, el ojo esteta, el ojo diletante. EL OJO HUMANO es nuestro punto de partida”. En Europa distintos colectivos de artistas reflexionan sobre los avances tecnológicos, el rol del artista en la sociedad y procurando la intervención del espectador, a partir de un trabajo conjunto con ingenieros y científicos con la misión de unir arte y ciencia. En 1963, en la Argentina, al asumir Arturo Illía continúa la etapa de industrialización y algunas nuevas empresas se suman y estimulan el arte entregando su material a los artistas para que experimenten, apoyando premios y adquierendo obras. Es el caso de las exposiciones que organiza la Unión Industrial Argentina, y firmas como Acrílico Paolini. Romero Brest renuncia a la dirección del MNBA, y acepta la propuesta de dirigir el Centro de Artes Visuales del ITDT, en su nueva sede de la calle Florida. El MAM presenta la muestra Del arte concreto a la nueva tendencia. Argentina 1944–1963, en la que participan entre otros Martha Boto, Ary Brizzi, Manuel Espinosa, Gyula Kosice, Julio Le Parc, Eduardo Mac Entyre, Rogelio Polesello, Carlos Silva, Luis Tomasello, Gregorio Vardanega, Miguel Ángel Vidal y María Martorell. En 1964 se presenta la exposición La inestabilidad, del GRAV en el MNBA. La muestra que alcanza gran repercusión de público y de prensa, señala la importancia que había alcanzado la tendencia a nivel internacional y cómo las propuestas de los artistas argentinos habían hallado un ámbito fecundo para sus nuevas ideas. Entre 1966 y 1967 Martorell empieza con la serie “ekho”: obras basadas en el trabajo con las ondulaciones en las que su paleta se amplía notablemente. Las bandas de color llegan hasta los extremos del bastidor dando la sensación de continuidad. En ocasiones utiliza un color neutro de fondo, lo que produce la exaltación de los efectos de movimiento, ritmo y volumen.

En 1966 el MNBA realiza la exposición Plástica con plásticos, auspiciada por la Cámara Argentina del Plástico. Integran la muestra: Miguel Ángel Vidal, Alicia Orlandi, Julián Althabe y Ary Brizzi, entre otros. El GRAV redacta un texto titulado Multiples (Múltiples) –obras realizadas en serie con el fin de que tengan una difusión mayor y no sólo lleguen al coleccionista tradicional. Seleccionado por Julio E. Payró, Hugo Parpagnoli y Samuel Paz, en noviembre Julio Le Parc expone en la XXXIII Biennale de Venezia (1966), donde obtiene el Gran Premio Internacional de Pintura. Aldo Pellegrini publica Panorama de la pintura argentina. En el libro se refiere a Martorell como una cultora de “los principios de sobriedad del hard–edge”. En 1967 el CAV del ITDT realiza la exposición Más allá de la geometría. Extensión del lenguaje artístico visual en nuestros días, en la que participa María Martorell con la obra Puntos de tensión (1966). Este año se realizan, también en el ITDT, las Experiencias Visuales ‘67, donde predominan las “estructuras primarias” y el arte conceptual. En la edición del Premio Braque de 1968, en el MNBA, Rogelio Polesello obtiene el Primer Premio por su “Acrílico transparente”, obra realizada con planchas de acrílico de efecto lupa–lente, material con el que también unos años después experimenta María Martorell. En agosto se funda el Centro de Estudios de Arte y Comunicación (CEAC), luego Centro de Arte y Comunicación (CAYC), con el fin de promover las nuevas tendencias en arte y tecnología, espacio liderado por el crítico e industrial Jorge Glusberg. La 34° Biennale de Venezia exhibe obras de Joseph Albers, Max Bill, Lygia Clark, Lucio Fontana, Julio Le Parc, Bruno Munari y Jesús Rafael Soto, entre otros, en la sección “Estimulación perceptiva”. Análisis de la Visión, de Nicolas Schöffer obtiene el Gran Premio de Escultura. A un año de existencia, el CAYC presenta en la galería Bonino, desde el 18 de agosto de 1969, la exposición Arte y Cibernética, con el objeto de promover la relación entre el arte, la tecnología y el entorno social. La editorial Paidós publica este año El arte en la Argentina. Últimas décadas, escrito por Jorge Romero Brest. 1970–1980 En plena madurez artística y durante toda la década del setenta, María Martorell desarrolló obras que pueden agruparse como “espectros”, “siguas”, “círculos” y “circuitos”. En septiembre de 1970, en un contexto sumamente convulsionado políticamente, cierra el Di Tella de la calle Florida. El conflicto se preveía


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desde la clausura de una obra en Experiencias ‘68 y el retiro por parte del resto de los artistas de sus respectivas piezas en señal de protesta. En los últimos años desde el golpe del 66, se acrecentaba la crisis económica y política del país. La censura y persecución a los intelectuales y la cultura iba en aumento. Como reacción, desde mediados de los sesenta se multiplicaron las exposiciones con contenido político. La inestabilidad política, los avances de los grupos armados y los esfuerzos por traer del exilio a Juan Domingo Perón, pusieron fin al gobierno de Onganía en 1970. Continuando con los gobiernos de factos, sucedieron los generales Roberto Levingston (1970–71) y Alejandro Lanusse (1971–73). Mac Entyre expuso en este periodo en la galería Bonino de Nueva York, en tanto en la sede de Buenos Aires se presenta su exposición individual Diez años de Arte Generativo. El Panorama de Experiencias Visuales Argentinas, de la Fundación Lorenzutti, que se realiza en el MAM en el mes de noviembre, se convirtió en una exposición antológica de la experimentación con el arte óptico y cinético. En 1970 Martorell expuso individualmente en la galería Palermo Chico de Buenos Aires y participó de varias exhibiciones colectivas: Salón Nacional; Constructivistas argentinos en la galería B. Rejta de Praga; 24 Artistas Argentinos, en el MNBA, en donde presentó las obras Ondulante, Aster y Oposición nº 1, las tres de 1969. También formó parte del Salón de Santa Fe y de la exposición colectiva Objetos útiles e inútiles con acrílicopaolini, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. La exposición daba cuenta de cómo los artistas trabajaban simultánemente en el arte y el diseño. Allí Martorell exhibió Experiencia A6, un objeto “útil”, un divisor de ambientes de acrílico (placa) pintado con una de sus características composiciones de ondas, y dos obras, Columna y Multiplicación. María Martorell participó en 1971 de las exposiciones del grupo Descentro, realizando presentaciones en auditorios barriales y en el Racing Club de Avellaneda. El mismo año realizó una exposición individual en la Casa de la Cultura en Salta y tomó parte en seis muestras colectivas. Obtuvo una Mención en el Salón Nacional con la obra Derivabilidad (1971), y participó en Pintura y Geometría en la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires. Fue invitada al III Salón Ítalo, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Expoficina en el 71, Museo de Arte Moderno en la Sociedad Rural de Buenos Aires, participa

del Concurso Aurora, en el Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires (CAYC) y es parte de la exposición Tapices y alfombras contemporáneas, en el Museo Sívori de Buenos Aires. Se presenta en 1971 en el MAM la cuarta edición del Salón Premio Artistas con Acrilicopaolini bajo un jurado compuesto por Julio Le Parc, Jorge Glusberg y Osvaldo Svanascini. Varios artistas participan con obras con referencias al contexto político. En lo que resta del año participó de las siguientes exposiciones colectivas: La mujer en la educación, en el Ministerio de Educación de la Nación; Salón del Museo de Artes Visuales, provincia de Santa Fe; Creadores argentinos del arte actual, en la galería Rubbers; Homenaje a Mondrian, en la galería Lirolay de Buenos Aires; Bienal Internacional Cannes-Sur Mer, en Francia; Salón de la Independencia, Bienal de Quito, en Ecuador. Ese año obtuvo el Gran Premio Fundación Michel Torino del Salón Casa de Salta en Buenos Aires. La prestigiosa Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá le dedicó una exposición individual en 1972, en la que exhibió treinta y una obras. El mismo año en la galería Rubbers de Buenos Aires mostró dieciséis óleos de los años 1971/72, entre los que se encuentran algunos de la serie “sol–luna” y “espectros”. En 1973 se llevan a cabo las elecciones presidenciales en las que vence Héctor Cámpora, candidato propuesto por Perón desde España. El 25 de mayo asume el nuevo presidente, y el 20 de junio Perón retorna al país. Tras la renuncia de Cámpora, Perón vence en las nuevas elecciones en el año 1973. Se inicia un breve período democrático. A comienzo de los 70 se verifica el auge de la serigrafía. Apta para reproducir coloridas estampas, se difunde como múltiple de acceso masivo. En 1973 Martorell participó de las exposiciones colectivas: La serigrafía en el mundo del grabado, en el Museo del Grabado de Buenos Aires; 14 pintoras argentinas, en la galería Galatea de Buenos Aires; 4 planteos en geometría, en la galería Rubbers; Espacio y vibración en la galería Arvil de México. El Centro Venezolano-Argentino de Cooperación Cultural Científico-Tecnológica en Caracas la invitó a realizar una exposición individual en 1974. En Buenos Aires participó de la exposición Navidad 1974, en la galería Art. Presentó en 1975 una importante exposición individual en la galería Bonino de Buenos Aires: treinta obras de 1974/75. También en México expuso individualmente

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en la galería Avril y participó de una colectiva llamada Arte Moderno Argentino, en el Museo de Arte Moderno en el Distrito Federal. Formó parte de la exposición Tres pintores, junto a Alejandro Puente y Enrique Torroja en la galería Nueva Visión de Mar del Plata. Participó de las exposiciones colectivas Presencia de la mujer argentina en el arte, en el Carlton Hotel de Buenos Aires y, Homenaje a Lola Mora, Año Internacional de la Mujer en el Museo de Bellas Artes de Luján, provincia de Buenos Aires. Durante el mandato de Juan Domingo Perón (que se verá interrumpido al año siguiente por su fallecimiento) los conflictos entre agrupaciones de izquierda y de derecha son continuos y comienza a actuar la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), grupo parapolicial con apoyo estatal. En este contexto numerosos artistas son amenazados, y algunos inician un periodo de exilio en el exterior. Entre 1976 y 1983 el país estuvo nuevamente gobernado por las Fuerzas Armadas. En 1976, Martorell realizó en Buenos Aires una exposición individual en la galería Vermeer. Presentó obras pintadas entre 1971 y 1976. Ese año participó en dos muestras colectivas: A partir de la geometría, en la galería Arte Nuevo y Pintura argentina actual: dos tendencias, geometría-surrealismo, en el MNBA. En esta última exhibió Zégel (1975), Sigua y Zig-zag, ambas de 1976. Obras que centran su interés en la descomposición de la luz, característica también de la obra de Ary Brizzy (Gran Premio del Salón Nacional, 1976) y de la de Alejandro Puente, por entonces. El mismo año participó de la exposición internacional Arte Argentino Contemporáneo, que se presentó en los Museos de Arte Moderno de Madrid y México. En 1977 realizó una exposición individual en la galería San Diego de Bogotá y tomó parte en cuatro muestras colectivas: Arte actual de Iberoamérica, en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid; Muestra de arte gráfico internacional en la galería Arvil de México; Serigrafías del taller Bruno Janello, en la galería Ática, y Obra gráfica en la galería Arte Nuevo, estas dos últimas en Buenos Aires. Sus participaciones en el año 1978 fueron: Gráfica argentina en el estudio de Arte Moderno de Córdoba; Panorama de la pintura geométrica argentina en L.A.A.S.A., Buenos Aires; Cien años de pintura argentina en el Banco de la ciudad de Buenos Aires y Formas– Construcción–Color, en la galería porteña Siglo XX. Culmina la década con dos exposiciones


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individuales en 1979: Pinturas y serigrafías, en la galería Siglo XX de Buenos Aires y Pinturas de María Martorell, en la sede de la OEA en Washington D.C. Hacia fines de los años setenta se hablaba de una “geometría sensible” que, teorizada por el crítico brasileño Roberto Pontual, se ofrecía como una nueva amalgama de razón e intuición anclada en la prédica de Torres García. Pontual compiló ensayos de Federico Morais, Damián Bayón, Juan Acha y Marta Traba, entre otros, donde se habla de la “vocación” sensible de la geometría latinoamericana. La obra de María Martorell fue incluida en esta categoría. 1980–1990 La década del 80 en la Argentina se caracteriza por el fin de la dictadura iniciada en 1976 y el retorno a la vida política democrática. El conflicto bélico con el Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, la pérdida de esa guerra y la crisis económica creciente, aceleró el proceso para el llamado a elecciones. El 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín asumió la presidencia constitucional de la Argentina. Una de las primeras medidas que tomó fue la de organizar la CONADEP, una comisión especial destinada a investigar la desaparición de personas. Varios artistas apoyaron las marchas políticas con propuestas estéticas callejeras, como una forma de denuncia, protesta y al mismo tiempo contención a los familiares de los desaparecidos durante la dictadura. El arte conceptual, el realismo y la abstracción geométrica tuvieron un lugar preminente durante la década del 70. El comienzo de los 80 se presentó, a grandes rasgos, con el retorno a una pintura más gestual y subjetiva ligada al expresionismo. En cuanto a la abstracción, se vio un auge de aquella inspirada en el arte de la América arcaica. Con la libre circulación y la actividad colectiva propia de la democracia, gran cantidad de exposiciones de artistas jóvenes mostraron la diversidad de poéticas existentes. Ya en 1980, como parte de los festejos del cuarto centenario de la ciudad de Buenos Aires, se había impulsado la remodelación del edificio reciclado del convento de los franciscanos recoletos. El predio se refuncionalizó como centro cultural con salas de exhibición, un microcine y un auditorio. En pleno corazón de la ciudad y vecino al Museo Nacional de Bellas Artes, el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires fue uno de los bastiones del arte contemporáneo.

Como parte del reconocimiento a su labor artística, el 22 de diciembre de 1980 la Academia Nacional de Bellas Artes designó a María Martorell delegada académica por la provincia de Salta. En 1981, Martorell inició la serie que denominó “silencios”, donde conjuga la escala de valores que aplica a las ondulaciones paralelas típicas de su producción, con planos netos de color. Unos años después, en 1987, surgió una nueva serie que combina con la anterior la incorporación de figuras geométricas como el cuadrado. Participó en 1980 de tres muestras colectivas en Buenos Aires: 15 artistas en los 400 años de la ciudad, en la galería Altichiero; Pintura y escultura contemporánea argentina en el Club Vélez Sarsfield en su 70 aniversario; y en la Galería Van Riel: Artistas argentinos en Colaboración con F.V.N.I. Expuso en la fundación del Banco del Noroeste en Salta dieciséis óleos y doce serigrafías, en 1981. Una de sus obras ilustró la boleta de la Lotería de Salta. También participó de la exposición 25 años de la fundación del Museo de Arte Moderno, homenaje a Rafael Squirru, en la galería Praxis de Buenos Aires. En 1982 realizó la muestra individual El pintor y su memoria, en el espacio de la Union Carbide Argentina en Buenos Aires. Exhibió once obras geométricas y tres figurativas de los años cuarenta. En el contexto de las exposiciones que se celebraron por el retorno a la democracia, participó en 1983 de la colectiva Los artistas y el tiempo libre, en el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, actual C. C. Recoleta. En 1985 presentó veintiuna obras en su exposición individual en la galería Centoira de Buenos Aires. Participó del Premio Carlos Morel, organizado por Union Carbide Argentina, y de la antología Abstracción en el siglo XX, en el Museo de Arte Moderno. Realizó una exposición individual en la galería Gloria Alemán de Salta, en 1988. En Buenos Aires y participó de dos muestras colectivas: La mujer en la plástica argentina, en el Salón Las Malvinas, y Cuando la geometría… en el Museo de Arte Moderno. En 1989, a los ochenta años de edad recibió el Premio al Mérito Artístico, otorgado por el gobierno de la provincia de Salta. Participó de Cuando la geometría… II en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. 1990–2010 En 1990, el Museo de Arte Moderno le organizó una exposición retrospectiva, De la Figuración a la Abstracción 1948–1990.

Presentó 77 obras entre tintas, gouaches, óleos y témperas. Durante esos años María Martorell continuó con la serie que combina con las ondulaciones, las escalas y las figuras que había ensayado en la década anterior. En ocasiones jugando con la posibilidad de multiplicar las figuras dentro del plano, cambiando sus colores o, representando en el lienzo una suerte de “marco” que da la sensación de que se trata de una pintura dentro de otra. Estas nuevas propuestas se extendieron hasta fin del milenio. La geometría en los 90 siguió su camino a través de los “neos” protagonizados por artistas jóvenes reunidos en torno a los espacios de exhibición del momento, como el Recoleta y el Centro Cultural Rojas de la Universidad de Buenos Aires. En particular, la revisita del arte concreto y madí se cargó de otros contenidos de época ligados a la temática de género y a la crítica de la idea de vanguardia. Neominimalismo, neoconceptualismo y neopop, fueron parte de las tendencias de los años 90, apegados al recuerdo de los míticos 60. Por su parte María Martorell, con 80 años recién cumplidos, siguió participando activamente del medio artístico de Buenos Aires y también de su provincia natal. Participó en cuatro muestras colectivas: Género femenino, profesión artista plástica, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer en el Museo de Arte Moderno; Dos generaciones de pintura constructiva argentina, en el Salón de la OEA; El manifiesto del realismo Moscú 1920: homenaje del Museo de Arte Contemporáneo, en la galería Vermeer; y Geometría Sensible, XI Jornadas de la Crítica, en la galería Wildenstein. En 1991 realizó una exhibición individual: Paisajes 1947–1954, en el Museo Provincial de Bellas Artes de Salta, en la que presentó treinta obras. Un año después la exposición Tapices y alfombras, de diseños realizados para artesanos de Molinos, Salta, en el Museo de Arte Español Enrique Larreta, la hizo reencontrarse con el diseño de cartones para textiles, disciplina que no practicaba desde fines de los sesenta. Se mostraron veintitrés tapices con sus diseños junto a once piezas de diferentes culturas prehispánicas de los antiguos tejedores del departamento de Molinos, en los valles calchaquíes salteños. La exposición fue en colaboración con el Museo Etnográfico “Juan Bautista Ambrosetti”, de la Universidad de Buenos Aires. También Selección de obras 1985–1992, en la galería


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Vermeer permitió ver su producción más reciente. En 1993 la exhibición de tapices de Molinos se trasladó a Salta (Museo Provincial de Bellas Artes). Participó en 1996 del Primer Salón del Aire, diseños para barriletes, organizado por la Academia Nacional de Bellas Artes, en el Puerto Madero. En las salas del Fondo Nacional de las Artes expuso obras como Centro de tensión y Opuestos I, ambas del 68 e Interdimensión, del 71. En 1997 expuso en tres muestras en Buenos Aires: La rebelión de los gerontes, en la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, organizada por Kenneth Kemble; Salón de la Crítica, de la Asociación Argentina de Críticos de Arte, en el Palais de Glace; y El arte está de moda, en el Museo de Arte Moderno, una exposición en la que el modisto Gino Bogani se inspiraba en las pinturas. Martorell presentó su obra Ekho–A (1968). La tradición constructiva en el MAMBA. Obras del patrimonio, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, de 1998, incluyó sus obras dentro del destacado panorama de 53 artistas argentinos contemporáneos. El nuevo milenio encuentra a María Martorell con el reconocimiento a la trayectoria que implica el premio Olimpia Salta. Un año después, en el marco del XXV Abril Cultural Salteño, realizó una exposición retrospectiva en el Museo de Bellas Artes de Salta. La muestra abarcó su producción entre 1948 y 1999. En el contexto de la feria arteBA, la Fundación Andreani llevó a cabo un homenaje a doce artistas argentinos consagrados. Produjo el catálogo Estampas de Artistas, con doce sellos postales reproduciendo obras. La estampilla de María Martorell fue la obra Interdimensión, de 1971. Su obra Fuga (1958/59) ilustró la portada del programa de las II Jornadas de capacitación e integración para el personal de museos, organizada por la municipalidad de Joaquín V. González, Salta. En 2003 formó parte de la exposición Idealidades en la galería Vermeer de Buenos Aires, junto a otros veintiún artistas, presentando su obra Isondi (1974). También en el 2003, la obra Pintura (1967) formó parte de la subasta especial Grandes maestros de la pintura y escultura argentina, realizada por el Banco Ciudad de Buenos Aires junto a otros setenta y nueve artistas. En el marco de la feria arteBA del año 2004 se realizó el homenaje Cuatro grandes maestras del arte argentino (Raquel Forner, Yente, María Martorell y Noemí Gerstein),

en la galería Estudio de Arte. Dos exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta (MAC) presentaron su obra en el año 2005: Encantar la casa, donde junto a once artistas mostró diecisiete obras realizadas en lápiz, témpera, óleo, un tapiz, y el retrato que le hiciera su maestro Ernesto Scotti; Argentina Pinta Bien–Salta, con sus obras S/T (1990) y Silencio (1985). En 2006 participó de la muestra organizada por el Banco Ciudad de Buenos Aires, Los ’60 en el Ciudad, en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires, con su obra Paralelas en Movimiento (1971). Recibió junto a tres artistas salteñas el Reconocimiento Lola Mora a la trayectoria artística, otorgado por el gobierno de Salta y participó de la exposición que a tal efecto realizó el Museo Provincial de Bellas Artes de Salta. Formó parte de la exposición colectiva Pertenencia en el Fondo Nacional de las Artes de Buenos Aires en 2006. En 2007 participó de la Subasta de Arte Argentino, Latinoamericano y Europeo, en la galería Arroyo, con su obra Lázaro XV (1974). Un año después expuso su obra en Patrimonio. La Abstracción después de las vanguardias en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori de Buenos Aires. En el 2010 se incluyó su obra en la exposición colectiva Imán: Nueva York (Fundación Proa, Buenos Aires), una muestra que daba cuenta de la presencia latinoamericana en Nueva York. Se exhibió Pintura (1967). El 26 de julio de 2010, a la edad de 101 años, María Martorell falleció en la ciudad de Salta. En 2011 participaron tres de sus obras en Diálogos de la abstracción. La abstracción en Salta 1980–2011 en el Museo de Bellas Artes de Salta, y con Ekho–A de 1968 (díptico) en El imaginario de Ignacio Pirovano, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. En la edición nº 20 de arteBA se le realizó un homenaje denominado María Martorell: La energía desencadenada (1909–2010). Entre diciembre de 2011 y febrero de 2012, una de sus obras formó parte de la exposición El Palais fuera del Palais: contar historias. Microrrelatos en las colecciones nacionales de arte, realizada en la Casa Nacional del Bicentenario de Buenos Aires, con obras de las colecciones del Palais de Glace y del Fondo Nacional de las Artes. En 2012 la obra de Martorell se expone en Jóvenes y modernos de los años 50’. En diálogo con la colección Ignacio Pirovano, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

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En 2013 se exhibe su obra en Obras que integran el Patrimonio del Fondo Nacional de las Artes de arte moderno abstracto, esculturas y pinturas en su mayoría geométricas, junto a otros once artistas, en las salas del Fondo Nacional de las Artes en Buenos Aires. En 2013 y 2014 la obra Ekho (díptico, 1968) se exhibe en la exposición Argentina lisérgica. Visiones psicodélicas en la colección del Museo de Arte Moderno en Buenos Aires. Eugenia Garay Basualdo


Lista de obras*

1. Génesis, 1955 óleo s/tela, 60 x 73 cm Colección María Martorell

19. Puntos de tensión, 1966 óleo s/tela, 90 x 150 cm Colección María Martorell

36. BY-CE, 1974 óleo s/tela, 90 x 90 cm Colección María Martorell

54. Silencio Nº 1, 1981 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección María Martorell

2. Fuga, 1958/59 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección María Martorell

20. Tangente, 1966 óleo s/tela, 110 x 140 cm Colección particular

37. Sin título (serie “Lázaro”), 1974 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección particular

55. Sin título, 1983 óleo s/tela, 50 x 50 cm Colección María Martorell

3. Sin título, 1958 témpera s/papel, 52 x 21 cm Colección particular

21. Ekho, 1968 (díptico) óleo s/tela, 181 x 149,5 cm (90,5 x 149,5 cm c/u) Colección María Martorell

38. Circuito, 1975 óleo s/tela, 65 x 100 cm Colección particular

56. Silencio, 1983 óleo s/tela, 130 x 130 cm Colección particular

39. Circuito III, 1975 óleo s/tela, 50 x 60 cm Colección María Martorell

57. Vía 0, 1985 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección particular

40. Sigua, 1975 óleo s/tela, 80 x 110 cm Colección particular

58. Vía Nº 3, 1985 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorell

41. Sigua B, 1975 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección particular

59. Vía Nº 8, 1985 óleo s/tela, 100 x 100 cm Colección María Martorell

42. En el círculo Nº 4, 1976 óleo s/tela, 85 x 85 cm Colección María Martorell

60. Vía Nº 9, 1985 óleo s/tela, 116 x 106 cm Colección María Martorell

43. En el círculo Nº 5, 1976 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección particular

61. Silencio, 1985 óleo s/tela, 100 x 100 cm Colección particular

44. Sin título, 1976 óleo s/tela, 50 x 50 cm Colección particular

62. Omnia, 1986 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorell

45. Sin título, 1976 óleo s/tela, 18 x 24 cm Colección particular

63. Sin título (serie “silencio”), 1986 óleo s/tela, 100 x 100 cm Colección María Martorell

46. Circuito II, 1976 óleo s/tela, 45 x 65 cm Colección María Martorell

64. Sin título, 1988 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección Museo de Bellas Artes de Salta

4. Sin título, 1958 témpera s/papel, 56 x 21 cm Colección particular 5. Llantu, 1959 óleo s/tela, 165 x 85 cm Colección María Martorell 6. Paray, 1959 óleo s/tela, 84 x 125 cm Colección María Martorell 7. Ritmos, 1959 óleo s/tela, 110 x 150 cm Colección María Martorell 8. Simetría, 1960 óleo s/tela, 110 x 110 cm Colección María Martorell 9. Apacheta, 1960 óleo s/tela, 70 x 120 cm Colección particular 10. Tiempo Nº 2, 1962 óleo s/tela, 116 x 100 cm Colección particular 11. Serie “eclipses amarillos”, 1963 óleo s/tela, 85 x 145 cm Colección María Martorell 12. Ritmo Nº 106, 1963 óleo s/tela, 150 x 110 cm Colección María Martorell 13. Composición, 1965 óleo s/tela, 110 x 140 cm Colección particular 14. Sin título, 1966 (tapiz) lana, 157 x 224 cm Tejedor: Pajita García Bes Colección particular 15. Molinos, 1966 (tapiz) lana, 315 x 175 cm Colección particular 16. Apacheta, c. 1965/1966 (tapiz) lana, 100 x 138 cm Tejedor: Jaime Segundo Guaymás Colección particular 17. Antar, 1966 óleo s/tela, 140 x 110 cm Colección María Martorell 18. Sin título, 1966 óleo s/tela, 52 x 62 cm Colección María Martorell

22. Ekho 3, 1969 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección María Martorell 23. Centro de Tensión, 1968 (díptico) óleo s/tela, 191 x 201,5 cm (180 x 99,5 cm c/u) Colección Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa”, Córdoba (Donación Fondo Nacional de las Artes, 1998) 24. Ekho, 1969 óleo s/tela, 40 x 40 cm Colección Museo de Bellas Artes de Salta 25. Sin título, (c. 1970) óleo s/tela, 45 x 45 cm Colección María Martorell 26. Experiencia A6, 1970 acrílico, 200 x 130 cm Colección María Martorell 27. Amateratsu, 1971 óleo s/tela, 200 x 100 cm Colección María Martorell 28. Espectros amarillos, 1971 óleo s/tela, 50 x 50 cm Colección María Martorell 29. Lilavati, 1971 (díptico) óleo s/tela, 200 x 202 cm (200 x 101 cm c/u) Colección María Martorell 30. Ocinaico, 1971 (díptico) óleo s/tela, 160 x 140 cm (80 x 140 cm c/u) Colección María Martorell 31. Liladati 3, 1972 óleo s/tela, 18 x 24 cm Colección particular 32. Zik-zik 2, 1972 óleo s/tela, 70 x 70 cm Colección particular 33. Sin título, 1973 óleo s/tela, 18 x 24 cm Colección particular 34. Bion II, 1973 óleo s/tela, 30 x 30 cm Colección María Martorell 35. Sunya III (serie “Lázaro”), 1974 óleo s/tela, 45 x 45 cm Colección María Martorell

47. Gneis, 1976 óleo s/tela, 90 x 90 cm Colección particular 48. Sigua A, 1976 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección Museo de Bellas Artes de Salta 49. Zig-zag, 1976 óleo s/tela, 70 x 70 cm Colección particular 50. Talameios Nº 3, 1970 óleo s/tela, 143 x 200 cm Colección particular 51. Sin título, c. 1977 óleo s/tela, 70 x 70 cm Colección María Martorell 52. Aproximación Top Nº 2, 1979 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorell 53. Aproximación Top Nº 3, 1979 óleo s/tela, 60 x 60 cm Colección María Martorell

65. Siergen, 1991 óleo s/tela, 130 x 130 cm Colección particular 66. Sin título, 1992 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección María Martorell 67. Homenaje a Albers, 1992 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección María Martorell 68. Sin título (serie “homenaje a Albers”), 1993 óleo s/tela, 80 x 80 cm Colección María Martorell *expuestas en el Museo de Bellas Artes de Salta en la muestra María Martorell, la energía del color, que se inauguró el 8 de noviembre de 2013.


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